tag:blogger.com,1999:blog-48958719692161816042024-02-20T21:13:19.520-08:00Chiki FabregatBlog de Literatura Infantil y JuvenilUnknownnoreply@blogger.comBlogger39125tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-28841097172306894422018-02-22T01:45:00.004-08:002018-02-22T23:51:58.385-08:00De hijos y libros<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi05qknVwUiIUGpsM_lKpl2GTQojS74w4IDbdHiGMia-llQtk7nbFITODxnsjIGzA8OtVYDGxV3UtvNadPtY1lg5eaCpiQhMqqr-r-Ofdm9iSKkiwskMZyfOsDFl0eTGeX7DaJCM8jFjYo/s1600/bebe-libro.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="766" data-original-width="1600" height="153" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi05qknVwUiIUGpsM_lKpl2GTQojS74w4IDbdHiGMia-llQtk7nbFITODxnsjIGzA8OtVYDGxV3UtvNadPtY1lg5eaCpiQhMqqr-r-Ofdm9iSKkiwskMZyfOsDFl0eTGeX7DaJCM8jFjYo/s320/bebe-libro.jpg" width="320" /></a><span style="font-size: large;">Cada poco oigo a alguno de mis alumnos comparar su libro, su
relato, su novela con un hijo. Entiendo la base de la comparación, eso de que
lo has parido (incluso con dolor). No he hecho un estudio sobre cuántos de esos
alumnos tienen hijos de carne y hueso, de los que te despiertan a media noche
porque tienen miedo o te besan sin motivo, ni quiero hacerlo, porque caería
(mil por mil seguro) en alguna generalización estúpida. Pero no, <b>mis libros no
son mis hijos</b>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;">Es una comparación peligrosa que se extiende y se acomoda en
el idioma, en la expresión cotidiana. Lo veo en las redes sociales, lo oigo en
las clases, entre amigos escritores… <b>No parimos libros, los escribimos</b>. El
peligro de la comparación es, <b>para mí</b> (y quiero recalcar mucho lo de la opinión
personal, uso el paréntesis por si la negrita no es suficiente) de doble
sentido. Por un lado, <b>nos legitima para ofendernos cuando un lector critica el
libro</b>. Igual es mi lado docente el que sale aquí, pero no quiero luchar contra
alumnos que se niegan a entender que solo intento mejorar lo que han escrito o
darles pautas para hacerlo mejor. Aunque no es solo ellos. Tampoco quiero que
mis amigos, mis compañeros de profesión, se sientan ofendidos cuando les regalo
mi tiempo o un consejo. Que puede ser acertado o no serlo, cierto. Pero no es
un ataque. J<b>amás pondría estrellas o valoraciones a los hijos de nadie, lo
juro</b>. Ni consentiría que nadie lo hiciera con los míos. No es por presumir,
claro, pero mis hijos son los más guapos, listos, amables, buenas personas que
pasean por el mundo. Es más, podría argumentar durante horas esto que he dicho.
Decía José Martí que hay un niño más bonito que ninguno en el mundo y lo tiene
cada madre en su casa. Bien, yo tengo dos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;">Por otro lado, <b>me asusta lo que de acomodaticia puede tener
la comparación</b>. Aunque mis hijos, ya lo he dicho, son perfectos, no está en mi mano que estén más guapos o más altos, que no se enfaden nunca ni den
una mala contestación, que me besen cada noche sin que se lo pida. </span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;">Pero <b>sí puedo hacer que mis personajes sean como yo quiero</b>. Exactamente como yo quiero. Sí puedo mejorar sus voces, puedo afinar una descripción para que no suene a
otras veinte mil escritas antes. Y no negocio. Con mis hijos negocio, intento
convencerlos, cedo cuando veo que he perdido la batalla. No, no son batallas,
qué manía con llevarlo todo al terreno de la violencia. Cedo cuando creo que
estamos estancados en la negociación o cuando me doy cuenta de que han crecido y
han madurado y que son capaces de tomar sus propias decisiones. Aunque se equivoquen.
<b>No es culpa mía que se equivoquen, pero sí lo es que mi narrador yerre</b>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;">Soy creadora. Soy artista. Y no quiero que mi capacidad de
crear, de emocionar, de contar una historia se vea limitada porque no es culpa
mía, porque el libro nació así, porque tiene su personalidad y mi obligación es
acompañarlo en su desarrollo sin modelarlo a mi gusto. Y tampoco quiero usarlo
como excusa. Si no os gustan mis libros, si os aburren u os ofenden mis historias,
es culpa mía. Y decídmelo, por favor, os estaré muy agradecida.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-size: large;">Ahora bien, si no os gustan mis hijos, lo nuestro es
imposible. Porque si la comparación es injusta y peligrosa para los libros, para nuestro yo creador, no lo es menos para los hijos. Encerradme en un psiquiátrico si valoro más la vida de una novela que la mía propia, si antepongo su bienestar al mío, si saco el coche a los dos de la mañana para que no tenga que volver sola o si me quedo horas bajo la lluvia con un frío del carajo solo para que mi novela sienta mi apoyo. Encerradme, por favor, si me veis besar un libro y decirle bajito, para que no se despierte, que lo quiero. </span><o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.com10tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-6222831570219571162017-10-27T01:26:00.000-07:002017-10-27T01:26:00.179-07:00Supersorda, de Cece Bell<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP7gwRuotm7KG9rXDWOGLtPt8btqITwFeDQMI3O2SBEwO1GSnrYnwncMMkVoNy7VhYi-aLPlJg34gXxml5KPoabvGo1_tlm3cbTTXsfKOPYX-v1gU-mpHFI5qxZ9dq8_NddUcFEZR1GIs/s1600/supersorda.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="511" data-original-width="360" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgP7gwRuotm7KG9rXDWOGLtPt8btqITwFeDQMI3O2SBEwO1GSnrYnwncMMkVoNy7VhYi-aLPlJg34gXxml5KPoabvGo1_tlm3cbTTXsfKOPYX-v1gU-mpHFI5qxZ9dq8_NddUcFEZR1GIs/s320/supersorda.jpg" width="225" /></a>Hay libros que llegan a un lugar oculto
de esos que todos tenemos y al que no queremos que nadie se acerque. Libros que
te pillan con las defensas bajadas o que te hacen bajarlas de golpe, qué más
da. <i>Supersorda </i>es de esos. Para mí (quiero decir) es de esos libros. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Tal vez preferiría no
saber qué es la hipoacusia, no saber que un sordo no te oye a oscuras, no
entender por qué es bueno tocar en el hombro a una persona con audífonos antes
de dirigirme a ella, para que sepa que el sonido que escucha viene de mi boca y
no de la de otra persona. Pero lo sé. Como sé lo divertidas que resultan las confusiones (Si Juanes escuchase la versión "Adiós, me piro" de su canción, quedaría encantado) o lo incómodo que puede llegar a ser decirle a un tutor de secundaria que, por culpa de su barba, tu hijo no puede leerle los labios. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cece Bell, la autora de <i>Supersorda</i>, también
lo sabe y ha tenido la grandísima idea de contárnoslo a todos. Pero no de
cualquier manera, no como un manual de comportamiento con un sordo o un
hipoacúsico sino como una historia divertida, llena de anécdotas, con una trama
argumental al margen de la discapacidad de la protagonista. Porque Cece, la
protagonista que ha perdido la capacidad de oír a los cuatro años, busca su
lugar en el mundo. Busca un amigo con el que jugar, una clase de la que formar
parte. Se busca a sí misma. Y tiene que decidir qué precio está dispuesta a
pagar para encontrarlo. Para encontrarse. Esa es la historia que cuenta
<i>Supersorda</i>. Cece, además, es sorda, sí. Y eso hace las cosas más difíciles a
ratos, pero no hay un solo instante de drama ñoño en toda la novela gráfica.
¿No lo he dicho aún? Es una novela gráfica maravillosamente ilustrada. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No quiero desvelar el argumento
ni las anécdotas que conforman la historia, pero sí recordar el mensaje de la
autora que insiste, en el epílogo, en que lo cuenta es su infancia, tal como la
recuerda. La suya. No la de todos los sordos, porque cada sordo es diferente,
no la de todos los padres que tienen que aprender a vivir con alguien que no
oye, sino la de los suyos. Y no son unos padres perfectos (¿quién lo es?) ni
ella es la amiga perfecta. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Supersorda es el alter ego que
Cece crea en su imaginación para refugiarse, para reafirmar su personalidad. Y
es el personaje que la autora crea para desdramatizar la sordera. <o:p></o:p>Es un personaje imperfecto, como deberían serlo todos, del que resulta muy fácil enamorarse.</div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Tal vez todos deberíamos leer este libro. Tal vez todos deberíamos disfrutar de esta historia. Y tal vez, solo tal vez, la próxima vez que nos veamos frente a alguien que no oye deberíamos recordarlo en lugar de ponernos a dar gritos, a gesticular como locos o, sencillamente, a darnos la vuelta porque no sabemos cómo hacerlo. Pero sobre todo, tal vez todos deberíamos leer este libro porque es una historia deliciosa, tierna y divertida. Hacedme caso. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<a href="https://www.maeva.es/colecciones/maeva-young/supersorda">Supersorda</a>, de Cece Bell. Publicado por Maeva y traducido por Jofre Homedes Beutnagel<span style="color: #333333; font-family: Merriweather, serif;"><span style="background-color: white; font-size: 13px;">.</span></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-3299724715482588002017-10-07T03:50:00.000-07:002017-10-07T03:55:05.994-07:00Róndola, de Sofía Rhei (o cómo divertirse leyendo)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgIqI8eadQ9YmK-tSZjNfYPFunxBvVJfJcZOVe3qi8kWRJn9s-d7rqqCH_vg8slV9QtxyV9qndsFsRzk_tuDzm91zfVMG5vwk05eXauBZk-y1H06nqDRRbliAJ14kz-Ae74nLTxjcwFRGw/s1600/portada_rondola_sofia-rhei_.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="Sofia Rhei" border="0" data-original-height="1600" data-original-width="1051" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgIqI8eadQ9YmK-tSZjNfYPFunxBvVJfJcZOVe3qi8kWRJn9s-d7rqqCH_vg8slV9QtxyV9qndsFsRzk_tuDzm91zfVMG5vwk05eXauBZk-y1H06nqDRRbliAJ14kz-Ae74nLTxjcwFRGw/s320/portada_rondola_sofia-rhei_.jpg" title="Rondola" width="210" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Si Vladimir Propp levantase la cabeza y se encontrara con <i>Róndola</i>, de Sofía Rhei, creo que la besaría (a la autora, pero también la novela) y se volvería a dormir tranquilo (y muerto de risa). </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Siempre les digo a mis alumnos que, si ellos no se divierten al escribir, el lector tampoco lo hará al leer. Pues bien, creo que Sofía Rhei se ha divertido (y mucho) escribiendo esta novela y por eso yo me he divertido tanto leyéndola. No se lo ponía fácil, además, porque me dan pereza las novelas muy largas. Los lomos de más de tres centímetros ponen mi sentido arácnido alerta desde que era pequeña, pero había leído tanto sobre <i>Róndola </i>(y además era un regalo hecho con mucho cariño), que me salté el aviso. Creo que en la página 20 ya se me había olvidado que faltaban casi 600 más y solo mi espalda se resentía por cargar con el libro en el bolso. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Retomar los estándares de los cuentos de hadas en el siglo XXI no tiene mucho sentido, salvo que lo hagas para dar un pasito más, para presentar princesas respondonas y príncipes que se enamoran de otros príncipes (o de vasallos), para recordar los cuentos tradicionales y presentar a los personajes con los que todos hemos crecido desde otro ángulo. Para dar consejos de escritura con sutileza e ironía, porque cuando leo esto: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
—La princesa de rizos rubios… era guapísima, ¿verdad?<br />
—No era mi tipo, la verdad.<br />
—Era… resplandeciente, con esa piel tan blanca como la nieve, esos ojos azules como el cielo, esa boca tan roja como…<br />
—¿Las rosas?<br />
—¿Cómo sabías que iba a decir eso?<br />
De Riteris suspiró. </blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Yo también suspiro. Y me río. Me río porque nos está dando un tironcito de orejas a todos los escritores para que cuidemos un poco las metáforas y las comparaciones. Y así, hasta la última página. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
La historia es una más de tantas que hemos leído con príncipes, princesas, paladines, dragones, magia, héroes enmascarados, marcas de nacimiento, bebés cambiados en la cuna, profecías... Una de esas historias que cumplen cien por cien las pautas que marcaba Vladimir Propp en la <i>Morfología del cuento</i>, pero traída al siglo XXI, que no deja pasar ni una oportunidad para reivindicar el papel de la mujer, la libertad sexual o la desobediencia y lo hace recurriendo a Rapunzel, La princesa del guisante, Caperucita y todos los cuentos de nuestra infancia. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pero no se limita a presentar princesas que se revuelven ante las órdenes absurdas o un paladín enamorado hasta las trancas de un hombre de larga barba por la que trepar. Es que cada pocas líneas hay un mensaje directo al lector, una llamada de atención. Dos paladines se enfrentan a un bosque encantado y, cuando uno de ellos salva al otro, el narrador nos dice: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
De Riteris sacó de allí a Bruni de un tirón, y lo dejó llorar sobre su hombro hasta que estuvo en condiciones de caminar. Estuvo tentado de pedirle que no volviera a abrazar ningún árbol, pero se contuvo. No hay nada más sagrado que la libertad para poder abrazar lo que a uno le dé la gana. </blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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Róndola no solo cuestiona todos los convencionalismos obsoletos de los cuentos de hadas, también habla de verosimilitud narrativa. Porque la sociedad ha evolucionado y los lectores también. Ya no nos creemos que las maldiciones desaparezcan con un beso de amor: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
La muchacha que ya no sabía quién era suspiró. Qué sencillas y hermosas parecían las maldiciones de los cuentos, esas que se rompían con un solo beso permitiendo que los protagonistas fueran felices para siempre. </blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En fin, podría añadir cien citas que he marcado en el libro para trabajarlas con mis alumnos, pero es mejor que la leáis y toméis vuestras propias notas. Que saquéis conclusiones. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No es perfecta, claro que no (pobre del autor que escriba un libro perfecto), pero es muy recomendable. Cuando llegué a la página 600 (sí, lo confieso, me encanta leer los agradecimientos) me sentí muy satisfecha. Una buena historia, con demasiados personajes para mi gusto, pero es que a mí me gustan las historias con pocos (ay, Tolkien, por eso lo nuestro es imposible); unas tramas más atractivas que otras (como pasa siempre que hay más de una trama); un recurso constante (a veces excesivo) del número once y un manejo exquisito del humor. Que un libro nos haga reír cuando el mundo se desmorona es un motivo muy de agradecer. Aunque tenga seiscientas páginas. O porque tiene seiscientas páginas. <o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-88918707143873544242017-07-31T01:56:00.002-07:002017-07-31T04:43:30.148-07:00Diez razones para no hacer listas de diez razones<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8HfacQSkJp6evnn6v6fkVknrRnLjyUrxr2eys2ICEsneWhXYcO73v7jlUAO7sfxPhkifHPZYoLSm6AYQvwP_XURLuvd1X91WdPyHWDI0ZafwYlF70La5r-ur6228UTGvvYg3UALIbuIY/s1600/checklist-2077020_640.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="Lista" border="0" data-original-height="402" data-original-width="640" height="201" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8HfacQSkJp6evnn6v6fkVknrRnLjyUrxr2eys2ICEsneWhXYcO73v7jlUAO7sfxPhkifHPZYoLSm6AYQvwP_XURLuvd1X91WdPyHWDI0ZafwYlF70La5r-ur6228UTGvvYg3UALIbuIY/s320/checklist-2077020_640.jpg" title="Lista consejos" width="320" /></a></div>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;">Me encantan las listas. Cada mañana, cuando llego a la Escuela, hago una lista de las tareas del día. Un poquito lo hago por no olvidar cosas importantes y un mucho por el placer de tachar cada objetivo cumplido (ya hablaremos otro día de este placer adictivo y pecaminoso). Y antes de hacer una maleta, anoto todo lo que tiene que ir dentro. Y para la compra, claro. No sé cómo se puede ir a la compra sin una buena lista. Tengo listas en las mesas de casa y la Escuela, en la cocina, en la tableta (libros por leer, reseñas por hacer, apuntes por maquetar…) y antes, cuando no había móviles, llevaba en la cartera una lista con todos los teléfonos importantes (eh, solo los importantes, para los otros tenía la agenda) y la actualizaba cada principio de año. También con los cumpleaños. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Sigo a muchos escritores en las redes. No hago listas de los que sigo, no va por ahí este artículo. Y <b>los escritores, claro, hablan (hablamos) de escritura</b>. Supongo que me guían una mezcla de voyerismo y deseo de aprender. Pero últimamente en todos los blogs veo listas. Funcionan para atrapar al lector, lo intuía y después me lo han confirmado <a href="https://www.anagonzalezduque.com/">Ana González Duque</a> en su curso de <a href="https://marketingonlineparaescritores.com/">márquetin para escritores</a> o <a href="http://www.gabriellaliteraria.com/">Gabriella Campbell </a>en cualquiera de las maravillosas <a href="http://www.gabriellaliteraria.com/articulo-irresistible/">listas </a>que hace en su blog. Sé, además, que todos buscamos recetas claras y fáciles de seguir (tres frases que puede decir tu personaje para parecer más majo), que nos gusta compararnos con otros (he leído cinco de tus diez libros preferidos), que cuando un proceso está listado parece más fácil de abarcar (tres puntos más y lo tengo). Pero hay un tipo de lista que me asusta, me produce escalofríos y, además, prolifera en los blogs como los cangrejos americanos en los ríos (sí, hombre, esos cangrejos que trajeron para repoblar un poquito nuestros ríos y acabaron siendo plaga). Son las listas de razones y consejos. Y me asustan porque no son consejos sino órdenes. Porque no son razones, sino axiomas. Así que, aprovechando que en verano poca gente leerá el blog y que todos mis amigos escritores con blog estarán con los pies metidos en la piscina y les dará una pereza horrible enfadarse conmigo, voy a hacer mi lista de diez razones para no hacer listas de diez razones. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2WbJ-ToZuJ0l0pdFoNO0WOS2pcbuWLX7xY7fNiyziahgMV2zHPcTxhazLwH9WqPeHBe35PBua11tLmQH_aVPoeCzxLB29xQzTBQUjpiKCUhhqUcvl1A-NDM5MPiweuanTbl0F6Ovd0hI/s1600/relax-2108348_640.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="escritores lista" border="0" data-original-height="480" data-original-width="640" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2WbJ-ToZuJ0l0pdFoNO0WOS2pcbuWLX7xY7fNiyziahgMV2zHPcTxhazLwH9WqPeHBe35PBua11tLmQH_aVPoeCzxLB29xQzTBQUjpiKCUhhqUcvl1A-NDM5MPiweuanTbl0F6Ovd0hI/s320/relax-2108348_640.jpg" title="Escritores buscando lista de consejos" width="320" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-size: x-small;">Escritores mirando una lista de un blog, allí a lo lejos</span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-size: x-small;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">• Porque diez es un número tan tonto como otro cualquiera. Somos escritores, somos de letras y aun así nos empeñamos en cuantificarlo todo, en numerarlo. ¿Por qué no siete o veinte o doscientas cincuenta? Acabo de acordarme de ese <a href="https://lagunadelibros.com/2014/07/03/descripcion-de-un-ave/">trabajo infantil </a>que circula por internet y está guardado en el Museo Pedagógico de París que empieza diciendo: </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">El pájaro del que voy a hablar es el búho. El búho no ve de día y de noche es más ciego que el topo. No sé gran cosa del búho, así que continuaré con otro animal que voy a elegir: la vaca.</span></blockquote>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Pues eso, voy a hacer una lista de diez razones, pero como diez son muchas, igual lo dejo en siete: la vaca. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">• Porque <b>mis razones son mías</b>, para eso son razones. Y lo que me lleva a mí a forzar que mis personajes no usen la tecnología puede (y debe) parecerle absurdo al noventa por ciento de los escritores. Por eso mis historias son mías y son diferentes a las de otros. Ni mejores ni peores, pero mías. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">• Porque <b>casi nadie habla de razones </b>aunque las llamen así. Nos erigimos en expertos conocedores de la verdad única y, en lugar de razones o consejos, damos órdenes, prohibimos. Censuramos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div style="text-align: center;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIVuGlIjeLGwhEANxVvgH1om4IOqjqpmlq_2-l5nMUAhJnAJx3Dx9iV16us9iejaH-HZyAmC9AciTRx_30QP7oyHnMFTAUQOmD7ha7h5GlLL5uTQ-pIelAGtofJuVBQ9IQg-XU24D4tt4/s1600/witch-prohibition-441868_640.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img alt="listas de consejos prohibidos" border="0" data-original-height="443" data-original-width="640" height="221" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIVuGlIjeLGwhEANxVvgH1om4IOqjqpmlq_2-l5nMUAhJnAJx3Dx9iV16us9iejaH-HZyAmC9AciTRx_30QP7oyHnMFTAUQOmD7ha7h5GlLL5uTQ-pIelAGtofJuVBQ9IQg-XU24D4tt4/s320/witch-prohibition-441868_640.jpg" title="Lista de consejos prohibidos" width="320" /></a></div>
<span style="font-size: x-small;">Por suerte, Roald Dahl no vio este cartel</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">• Porque en la escritura, como en el arte, <b>no hay verdades inamovibles ni axiomas</b>. Porque si todos nos ciñésemos a los que se puede y no se puede hacer, nos habríamos perdido al maravilloso narrador de la <a href="http://ciudadseva.com/texto/la-senorita-cora/">Señorita Cora</a>, de Cortázar; jamás habríamos leído una novela construida con mensajes de móvil, como <a href="http://laletragrande.blogspot.com.es/2014/01/haciendo-las-paces-con-el-siglo-xxi.html"><i>Pulsaciones</i></a>, de Ruescas y Miralles; seguiríamos poniendo la literatura al servicio de la moraleja, como Perrault aconsejaba. Porque, en definitiva, <b>las normas están para romperlas</b>. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">• Porque <b>todo el mundo las hace</b>. A veces leo listas tan divertidas como absurdas que, estoy segura, han nacido con afán de originalidad. Hay ya mil listas de lo que debe y no debe decir un personaje, de lo que debe y no debe hacer un narrador, de lo que debe y no debe aparecer en una novela histórica, así que nos queda… veamos… la lista de la ropa que no puede ponerse una heroína. O la de los sabores que tienen que estar presentes en una novela medieval. O la de las razones para no hacer listas de razones. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">• <b>Porque soy profesora</b>. Me paso el tiempo explicando a otros escritores cómo creo que deben escribir para que sus historias funcionen. Y cada día, cuando entro en clase, cuando le digo a alguien que cambie una frase o un personaje, me pregunto si no me estaré cargando la idea maravillosa que revolucionará la literatura por ser conservadora. Y sí, tengo mis razones (no listadas) para hacerlo y aun así dudo, así que explico cada consejo que doy, discuto con el alumno sus razones y las mías. Negocio. <b>Una lista no me permite negociar</b> (y esto, acabo de darme cuenta, es una razón más para no hacer listas).</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">• Porque <b>me gusta narrar</b>. Me gusta eso que ahora se llama <i>storytelling </i>y que toda la vida de Dios ha sido <i>contar historias</i>. Y las listas están reñidas con esa forma de argumentar las ideas. Por eso mi lista no son diez renglones con un puntito al frente, sino párrafos y párrafos de anécdotas y formas de hacer. Mis anécdotas y mis formas de hacer, ya que estamos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">• Porque <b>me gustan mis contradicciones</b>. Soy tímida y llevo el pelo verde. De verdad que no es cómodo entrar en un sitio y que todos te miren, no es cómodo para mí, quiero decir. Pero llevo el pelo verde. Y cuando entro en un sitio, casi todos me miran. Y sé que no es cómodo empezar una historia sin saber dónde terminará y a veces lo hago. ¿Para qué hacer una lista que yo misma transgrediré en algún momento?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">• <b>Porque no sé tanto</b>. Y esta, en realidad, es la única razón que quería exponer. Todas las otras son adornos. Llevo muchos años formándome en técnicas narrativas para poder formar a otros, leyendo y analizando para sacar conclusiones. Y a veces veo listas sin fundamento, poco o nada argumentadas, listas que aconsejan hacer justo lo que más detesto en un libro o que prohíben aquello que, en mi opinión, mejor arropa una historia. ¿De verdad somos tantos los expertos en narrativa? Y digo “somos” porque dudo mucho que yo lo sea. Sé lo que sé, lo cuento y lo argumento. Pero, eh, si no te convence, no lo sigas.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Pero tengo que confesar que hay <b>algo que me gusta de estas listas</b>. Algo que me gusta mucho: el reto. Cada uno de los renglones precedido de un puntito o de un número, supone un reto. Dices que no puedo empezar la historia con una descripción: voy a intentarlo. Dices que un personaje no debe dudar: vamos a ver qué pasa si duda tres veces en cada capítulo. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Y, como decía al principio, son mis razones. Buenas o malas y solo razones. Por Dios, insensato, no las tomes como consejos ni como órdenes. No dejes que te limiten. O haz una lista de razones para hacer listas de razones y convénceme. Negociemos. </span></div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-14456134693705218472017-06-23T02:19:00.002-07:002017-07-27T10:12:13.805-07:00El pirata Roberts, Sherezade y el Storytelling<div class="MsoNormal"><br />
</div><br />
<br />
<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La primera vez que vi <a href="https://www.youtube.com/watch?v=U-kZH8twgVE">La Princesa prometida</a>, me enamoré del pirata Roberts. No de Cary Elwes (que también) sino de la idea de un personaje que está por encima de quien lo representa, no importa quién se esconda detrás del antifaz negro, sino la leyenda que arrastra el nombre, el miedo que provoca. El misterio. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Vale, paro un segundo. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Si no habéis leído o visto <i>La Princesa prometida </i>no sabéis de lo que estoy hablando. Roberts es un pirata invencible, un hombre al que todos temen. Pero lo cierto es que detrás de ese nombre se esconde una hilera interminable de hombres que han pirateado durante un tiempo, se han retirado llegados a esa edad en la que a todos nos apetece desaparecer en isla de clima estable, cocos con banderitas y cofres llenos de oro. Y otro, más joven, más hambriento, con menos oro en los bolsillos, ocupa su lugar y toma su nombre. Wesley cae preso en el barco del Roberts del momento y el pirata, sabe Dios por qué, decide no matarlo, por si sirve para el relevo. Tal es mi obsesión con este personaje que, en todas las novelas que escribo, aparece. Aguanta en la primera versión y luego, en alguna de las muchas revisiones, desaparece. Tengo guardados tantos párrafos con descripciones de piratas Roberts adaptados que puede que algún día haga una novela con todos ellos. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span> <br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyXiayIDnxE-B0lHdtY8TH9BoKgIn59rCP0Hr8nc7NN6nfunc5l43Req2STbfsJYmiYVjDrgJmSJZhbgt_IcxH9LUXUEZ_yj8NjMm1zgfeWnmZDlzFgzIv19PxgqvX6OIlHvqslm-Z43c/s1600/beach-1236581_640.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="359" data-original-width="640" height="179" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyXiayIDnxE-B0lHdtY8TH9BoKgIn59rCP0Hr8nc7NN6nfunc5l43Req2STbfsJYmiYVjDrgJmSJZhbgt_IcxH9LUXUEZ_yj8NjMm1zgfeWnmZDlzFgzIv19PxgqvX6OIlHvqslm-Z43c/s320/beach-1236581_640.jpg" width="320" /></a></span></div><span style="font-size: large;"> </span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-small;">Estoy ahorrando para jubilarme aquí, mientras unos cuantos Roberts me abanican</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El caso es que Roberts siempre me ha recordado a Sherezade y estoy convencida de que William Goldman quiso hacer un guiño o un homenaje al cuento de «Las mil y una noches» con este personaje. «Hoy no te mataré —le decía el pirata a Wesley antes de que él mismo ocupase el puesto— tal vez mañana».</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Hace unos meses pude leer un libro sobre oratoria y el poder de la palabra que se ha presentado esta semana: <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-convence-y-venceras/213715">Convence y Vencerás</a>, de Antonio Fabregat. Sí, no es casual el apellido, somos una familia de artistas, qué le vamos a hacer. El caso es que el último capítulo del libro habla de Sherezade y del <i>Storytelling</i> o, como bien dijo Francisco Valiente, uno de los colaboradores del libro, la teoría del relato. <b>Somos cotillas por naturaleza</b>, decía Valiente, y por eso nos interesa la vida de quien nos está hablando, sus anécdotas. Porque si alguien que se sube a una tarima para convencernos de lo que sea, empieza a hablar contando un suceso que le ocurrió en la infancia o cuando buscaba trabajo o con su primera pareja, atrapa nuestra atención. Como Sherezade, dice el libro, se gana la atención de quien quiere matarla. <b>Un orador pretende convencer a su auditorio de que su postura es la buena</b> y utiliza las historias personales para humanizarse, para buscar la empatía. <b>Los escritores queremos convencer a los lectores de que todo lo que les contamos es cierto</b> y utilizamos para ello las historias de los personajes, sus anécdotas, porque eso los humaniza. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Pero es más fácil creer a Sherezade que a Wesley. Ella viste gasas y él cuero negro (que, la verdad, para estar surcando los mares y escalando acantilados, me resulta un poco incómoda la indumentaria). Él se convierte en un ágil escalador, un increíble espadachín, un estratega inteligente; ella, solo salva la vida. Él es un personaje de ficción; ella, una leyenda. En definitiva, <b>él se encuentra con el destino y ella se lo trabaja</b>. Y esto es algo sobre lo que podemos reflexionar en dos direcciones: al crear a nuestros personajes y al crearnos nosotros. </span></div><div style="font-size: x-large; text-align: justify;"><br />
</div><div class="separator" style="clear: both; font-size: x-large; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSro8LG0I0oGuMm6r8R5xUPkt40IbeFRa0rpxKkPhb6YLa9IOaFIY7JC2JxGEwC4PqHv7LY70uXh4amyd6OG5Km1x7MeS793pNjwPXF7s5p4nCk8bSkbzgWF7uN51lH5tUF5rnY6sUKVk/s1600/roberts.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="525" data-original-width="495" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSro8LG0I0oGuMm6r8R5xUPkt40IbeFRa0rpxKkPhb6YLa9IOaFIY7JC2JxGEwC4PqHv7LY70uXh4amyd6OG5Km1x7MeS793pNjwPXF7s5p4nCk8bSkbzgWF7uN51lH5tUF5rnY6sUKVk/s320/roberts.jpg" width="301" /></a></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-small;">Imagínate ir todo el día en un barco con estas pintas</span></div><div style="font-size: x-large; text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Nuestros personajes, esto lo sabe cualquiera que ha dedicado un ratito a analizar lo que lee y lo que escribe, tienen que trabajarse su destino. Los personajes víctimas a los que les pasa de todo son aburridos, nos dan pena un ratito, pero a las pocas páginas queremos zarandearlos para que despierten, para que hagan algo; los personajes afortunados a los que la suerte les cae encima son aburridos y nos caen gordos porque no se merecen lo que tienen. Como Wesley, solo que él es guapo y además, pobre, ha sufrido mucho y se redime jugándose la vida para salvar a Buttercup. Qué carajo, y es amigo de Fezzik. Cualquiera que sea amigo de ese gigante tiene que caernos bien a la fuerza. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b>Los escritores podemos elegir entre ser Roberts o Sherezade</b>, entre esperar a que la casualidad, el capricho del lector, la buena suerte o un milagro nos conviertan en eternos, en un nombre que provoque una reacción (aunque no sea el miedo) en todo el que lo escuche o en ser alguien que se salva a base de contar historias. Yo, por lo bien que me quedan las gasas y la manía que le tengo al negro, ya he elegido. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-46047305112563100572017-05-30T01:15:00.001-07:002017-05-30T01:15:24.729-07:00A pecho descubiertoCada año, el <a href="http://escueladeescritores.com/publicacion-libro-alumnos-2017/">libro de alumnos de la Escuela de Escritores</a> lo prologa un profesor diferente. Este año el honor ha sido mío y me apetece compartirlo.<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwZVt5J9Rhf7Ks7RNt34OG_vfn2W7YUdwlSv9cdh6vcAaHHsVnoMur2tV1jbGjPp0vD5yZYaPWhNsssV9EfWKTeo48fUpPzqyz6Hsw8-e4eaL4qYq20ZC37auwXdhFRA5Qm8pMAaO3cBk/s1600/pecho-descubierto.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="210" data-original-width="155" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwZVt5J9Rhf7Ks7RNt34OG_vfn2W7YUdwlSv9cdh6vcAaHHsVnoMur2tV1jbGjPp0vD5yZYaPWhNsssV9EfWKTeo48fUpPzqyz6Hsw8-e4eaL4qYq20ZC37auwXdhFRA5Qm8pMAaO3cBk/s1600/pecho-descubierto.jpg" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b>A pecho
descubierto</b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"> </span>Hay escritores
de brújula y escritores de mapa. Eso dicen. También los hay de GPS, de miguitas
dejadas en un bosque, intérpretes de señales de humo, de sueños, de posos de té
y marcas de pintalabios en el borde de una taza. Buscadores de formas en las
nubes. Hay tantos tipos de escritor como escritores, porque cada uno de los que
nos dedicamos a esta búsqueda de la palabra precisa inventamos nuestra manera
de hacerlo invirtiendo horas, energía y más entusiasmo del que cabe entre la
piel y los huesos.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">La escritura
es aprendizaje, es prueba y error, es darse cabezazos contra el teclado unas
veces y bailar en pijama en el salón, a media noche, cuando las palabras suenan
exactamente como queríamos que sonaran, otras. Todos los autores de este libro
lo saben, porque todos y cada uno de ellos son escritores. Escritor es el que
escribe (lo sé, lo sé, es una gran frase, se nota que yo tampoco he dejado de
aprender). No el que publica, no el que alcanza el éxito, no el que gana un
concurso, sino aquel que se deja los dedos en el intento de hacerlo un poco
mejor. El que se siente orgulloso de lo que ha escrito y lo muestra, como en
este libro, a pecho descubierto. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Los alumnos de
la Escuela llegan a los talleres con un objetivo: aprender a escribir. Todos los
que nos dedicamos a la escritura fantaseamos en algún momento con publicar un
libro, estar en los escaparates de las mejores librerías y firmar ejemplares
hasta que nos duela la mano («fotos no, por favor, que no me he maquillado», dice
al salir del avión y encontrarse ante una masa de periodistas). Desconfiad del
escritor que niegue haberlo pensado. Pero si estamos aquí es porque sabemos que
todo eso, aunque lo lográsemos, no es comparable al placer de la
experimentación y del crecimiento. Parece una frase hecha, palabras de
consuelo, pero podéis creerme, no lo es. Cada autor de los que firma este libro
ha sentido el deseo de abandonar, se ha planteado si de verdad merece la pena
esperar ansioso el veredicto de un profesor y de un grupo, ha llorado a
escondidas cuando nadie ha entendido su mensaje, pero también ha vivido el
instante de satisfacción en el que ese profesor que la semana pasada dijo que
el texto necesitaba una revisión profunda hoy dice </span><span lang="ES-TRAD">«enhorabuena»
o «ahora sí» o se queda callado un segundo antes de empezar a hablar, porque no
encuentra la forma de expresar cuánto le ha gustado. En una de mis últimas
clases escribí en el margen del texto de una alumna: «Joder, qué buena idea».
Dos días después me contó que le había hecho una fotografía a mis garabatos.
Ojalá la mire cada vez que sienta deseos de abandonar. </span><span lang="ES-TRAD"><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Vais a leer
cuentos, poemas, artículos, fragmentos de novela, críticas de cine...
Comprenderéis algunos, os identificaréis con otros y seguro que también
releeréis párrafos completos con la sensación de que se os escapa algo. Pero sentíos
afortunados, porque estaréis en todos los casos ante un proceso que pocos
lectores tienen la oportunidad de vivir: el nacimiento de un escritor. El
escritor nace cuando regala a otros sus palabras sin esperar nada a cambio,
cuando deja de esconderse en frases como </span><span lang="ES-TRAD">«</span><span lang="ES-TRAD">escribo para mí</span><span lang="ES-TRAD">» o</span><span lang="ES-TRAD"> </span><span lang="ES-TRAD">«</span><span lang="ES-TRAD">no necesito que nadie me lea</span><span lang="ES-TRAD">»</span><span lang="ES-TRAD"> y vence el vértigo al juicio ajeno a base de esforzarse para
mejorar. Nos alimentamos de vuestro gozo en la lectura y de que un lector, solo
uno, lo agradezca (si son legiones de lectores agradecidos, tanto mejor, qué
duda cabe). <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Todos los
autores de este libro seguirán creciendo, aprendiendo, experimentando. Nuestra
labor como profesores es acompañarlos en ese proceso, guiarlos sin robarles lo
que son, lo que eran cuando llegaron. Hacer de ellos un escritor mejor, pero
nunca uno distinto. No buscamos modelarlos a nuestra imagen y semejanza, sino
que se encuentren y crezcan. Porque a diferencia de vosotros, los lectores, los
profesores hemos tenido el privilegio de contemplar no solo el nacimiento del
escritor, sino todo el proceso hasta que ha eclosionado. Y podéis creerme, es
un privilegio al que no renunciaría, al que espero no renunciar, por nada del
mundo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Mi deseo al
soplar las velas de la tarta imaginaria con la que celebramos el final de este
curso es que ninguno de los textos que vais a leer sea el mejor que su autor podría
haber escrito, porque eso significaría que se han rendido, que han dejado de
aprender. Pero sabed también que estáis ante cuentos, poemas, fragmentos…
terminados de los que tanto los autores como los profesores nos sentimos muy
orgullosos. Dentro de unos años estos escritores sabrán más, habrán escrito más
y tendrán más arrugas en las fotos. Pero seguirán aprendiendo y todos vosotros
os sentiréis dichosos por haber sido testigos de una parte del proceso. Por
haberlos ayudado a mostrar sus escritos sin red de seguridad, a pecho
descubierto. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-43130749373438545102017-05-22T06:58:00.000-07:002017-05-22T06:58:07.686-07:00Contar sílabas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXHTmSDdz0QW_cYb1UMZCkvRkNCc9MM_I8ksHMQaQkIHQIUO4wDXI2OJv3X1E343V2v9QzV1_SkuR5qBkvyYVSqBEDRAOLgamMIr82Bjs1GFAMwfrSYybE7yU92NOOfgD3uKrs1AdO-Ec/s1600/sentences.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjXHTmSDdz0QW_cYb1UMZCkvRkNCc9MM_I8ksHMQaQkIHQIUO4wDXI2OJv3X1E343V2v9QzV1_SkuR5qBkvyYVSqBEDRAOLgamMIr82Bjs1GFAMwfrSYybE7yU92NOOfgD3uKrs1AdO-Ec/s320/sentences.png" width="317" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Esta semana me he encontrado, por
casualidad, con la imagen de la fotografía. Después, casi por casualidad o por
una cadena de respuestas, me han enviado la misma imagen, pero en español. Y sí,
me gusta. Me encanta. <b>El ritmo es importante </b>(importantísimo) en la prosa y
cuantas más veces y de más formas diferentes nos lo digan, mejor. Pero me he
pasado el fin de semana pensando que hay algo que no me convence y después de
largas noches de insomnio (o de pensarlo un ratito) he llegado a la conclusión
de que los hispanoparlantes y los angloparlantes no solo nos diferenciamos en
el color del pelo. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Puede que caigan sobre mí cien mil
expertos en ritmo (o cualquiera que sepa un poco más que yo, que es fácil) y
todo el gremio de traductores, pero el español, en mi oído, marca el ritmo por
el número de sílabas más que por el número de palabras. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Nos gustan los octosílabos. Tal
vez sea por los romances, tal vez por las serranillas. O porque al pensar
cantamos, vaya usted a saber por qué, el caso es que sin medirlo, ocho vienen y
ocho van, en cuanto nos descuidamos. Mira si no los refranes: El que a buen
árbol se arrima; Agua que no has de beber; A caballo regalado; En tu casa o en
la mía (y aunque esto no sea un refrán, anda que no lo hemos dicho).<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Te habrás dado cuenta, pero todos
los periodos entre comas o entre puntos del párrafo anterior son octosílabos. Hay
frases de tres palabras y otras de siete, pero al oído todas duran lo mismo. Hablo
de sílabas métricas, que incluyen sinalefas y alargamientos o acortamientos
según cierren con una palabra esdrújula o una aguda. <b>No es que usemos todo el
tiempo frases de ocho sílabas, pero sí tenemos una cierta tendencia a hacerlo</b> y
eso, más de una vez y más de dos, se traduce en unas cuantas frases seguidas de
la misma longitud, lo que provoca un ritmo monótono. Sí, deberíamos seguir el
consejo de la imagen y mezclar frases largas con frases cortas, puntos con
comas, subordinadas con estructuras simples… Pero no te fíes del todo del
número de palabras y tómate la molestia de contar (aunque sea por encima) el
número de sílabas de las frases. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Porque hay otra complicación en
esto del ritmo. <b>Cuando escribimos varias frases seguidas con la misma duración,
se crea en nuestra mente un ritmo musical que nos arrastra hacia la rima como
las sirenas hacia las rocas</b>. (¡¡Oh, cielos!! ¡¡Ha dicho rima!!) Mis alumnos
saben que soy una obsesa de las rimas, que las persigo, las señalo, les pongo
un círculo grande alrededor y dejo que me resbalen las gafas hasta la punta de
la nariz para después decir: aquí hay una rima. Si lees de nuevo el párrafo de
octosílabos que he puesto un poco más arriba, notarás que falta algo, que el
cerebro pide algo que no le estás dando y hace que te atasques un poco o
sientas que algunas palabras deberían cambiarse. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Es por la falta de rima. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Lee estas últimas líneas en voz
alta: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
El que a buen árbol se arrima; Agua
que no has de beber; A caballo regalado; En tu casa o en la mía (y aunque no
sea un refrán, anda que no lo hemos dicho).</blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y ahora vuelve a leer: <o:p></o:p></div>
<blockquote class="tr_bq" style="text-align: justify;">
Agua que no has de beber; El que
a buen árbol se arrima; A caballo regalado; En tu casa o en la mía (y aunque esto
no sea un refrán, es frase muy repetida).</blockquote>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¡¡Olé!! Ya sé escribir romances. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Solo he cambiado el orden de las
frases, para que funcionasen como versos de rima impar, y he modificado la
última para mantener la rima asonante (i-a). Y sí, suena como un poema, como un
romance, pero no es eso lo que busco. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En todos mis cursos tengo que parar alguna clase para explicar por qué me obsesionan las rimas. Los
que trabajamos con literatura para niños estamos muy acostumbrados a leer
textos rimados y poemas, así que no siempre es fácil convencer a los alumnos de
que unas veces sí es bueno usar la rima y otras no. Si busco que mi lector cree
ese ritmo, esa cancioncilla, en su cabeza, vengan a mí todas las rimas y todas
las sílabas contadas. Pero si quiero que se fije en la historia, si quiero que
oiga la voz de mi narrador sin darse cuenta de que hay una voz narrando, como
si un amigo se la estuviese contando frente a una hoguera, entonces ¿para qué
distraerlo? <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
¿Cuántas veces has cantado una
canción sin pararte a pensar lo que decía? Y no hablo solo de canciones en
inglés, con esa fonética para la que estamos especialmente dotados (¿quién no
ha cantado Las maravillas de malaika?), hablo de canciones que suenan bien, tienen
ritmo, son pegadizas… ¿Cien gaviotas dónde irán? Que me perdonen los seguidores
de Duncan Dhu, pero ¿qué sentido tenía eso? <b>Yo no quiero que mi lector cante lo
que escribo</b>, no quiero que se enganche a la musiquilla y mueva los pies.
Prefiero que se meta en la historia, que llore, ría o se enfade por lo que le
cuento. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y esta última frase parece dar a
entender que da igual la forma, lo importante es el contenido, pero es todo lo
contrario.<b> Para no llamar la atención sobre la forma hay que cuidar la
escritura mucho más que para sí hacerlo</b>. Medir las frases y evitar la
monotonía, leer en voz alta y evitar las rimas, contar sílabas, contar
palabras, contar comas y puntos para que no todas las estructuras sean iguales.
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Poner de vez en cuando una frase
aislada. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Porque el lector se fijará en esa
frase que hemos separado. Sabrá que el narrador, antes de pronunciarla, se ha
parado un instante. Y se parará otro instante después de decirla. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Ay. Podría estar horas y horas
hablando de ritmo, pero mejor dejémoslo aquí. Eso sí, <b>te propongo un juego</b>: cuenta
sílabas. Cuando hables, cuando escuches, cuando escribas, cuando leas. Educa tu
oído para diferenciar la longitud de las frases o para detectar cuándo son muy
parecidas. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Pero no me culpes si te vuelves
un obseso. También los frikis del cómputo silábico tenemos nuestro corazoncito
y necesitamos que nos quieran. <o:p></o:p></div>
Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-3534803018871645752017-04-21T08:18:00.000-07:002017-04-25T01:21:24.213-07:00Cuando el nombre es más que un nombre<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;"><br /></span>
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Me llamo Esperanza. Esperanza Teresa, para ser exactos. Pero desde que era bien pequeña he sido Chiki para todos los que me rodean. Cómo llegamos a eso es una historia sencilla: mi madre también se llama Esperanza y generaba demasiadas confusiones así que, en casa, empecé a ser La Chiqui (lo de la k lo añadí en algún momento rebelde de la adolescencia). <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeZAYJ8w_bli4Fb0P-p4lIB4G0H-UAvLJ9kF7EJoulePuRGTdqODyWma9NiF2yjKzcOOjJEqsNJfJ5ZMMOJOMu_t3oS0ih8zURybcLGeloMYv8I3_uUG5zf4HiO10LDm8XHszryoUf54M/s1600/chiki.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeZAYJ8w_bli4Fb0P-p4lIB4G0H-UAvLJ9kF7EJoulePuRGTdqODyWma9NiF2yjKzcOOjJEqsNJfJ5ZMMOJOMu_t3oS0ih8zURybcLGeloMYv8I3_uUG5zf4HiO10LDm8XHszryoUf54M/s320/chiki.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;"><span style="font-size: x-small; text-align: center;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;"><span style="font-size: x-small; text-align: center;">Maravillosa caligrafía de </span><a href="http://www.gabriellaliteraria.com/" style="font-size: small; text-align: center;">Gabriella Campbell</a></span></div>
<div style="text-align: center;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;"><br /></span></div>
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Un nombre es solo un conjunto de fonemas. Juan. María. Ana. Roberto. Eustaquio. Tarquisio. Aída. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Holden. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Holden Caulfield. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Y aun siendo solo un conjunto de fonemas, <b>algunos nombres tienen la capacidad de identificar unívocamente a un personaje</b>. Harry </span><span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12pt;">Potter. Ana Karenina. Alonso Quijano. Manolito Gafotas. Gregor Samsa. Aureliano Buendía. Gandalf. Phileas.</span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">El nombre, nombre propio, no lo olvidemos, debería identificarnos y, de igual forma, debería identificar a nuestros personajes. No todos los personajes que aparecen en todas las novelas tienen nombres irrepetibles, pero merece la pena dedicar un rato a pensar cómo vamos a llamar al protagonista de una historia que pretendemos que se meta en la mente del lector y se haga allí un hueco para siempre. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Como toda palabra, <b>el nombre tiene dos componentes: significante y significado</b>. O lo que es lo mismo, forma y contenido. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Claudio significa cojo. Ada, la que da alegría. Cándido significa blanco, pero ha evolucionado por una asociación metafórica en inocente e incluso en pusilánime. Y todos conocemos el significado de Blanca, Amador, Esperanza… Hay, por tanto, significados evidentes con los que podemos intentar que nuestro lector haga una asociación de ideas, añadiendo un plus a ese nombre. Si mi personaje se llama Claudio y además cojea, la mayoría de los lectores no reparará en la asociación, pero el que lo haga, se sentirá privilegiado por haber comprendido el juego. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">El profesor Snape, de <i>Harry Potter</i>, tiene un nombre fonéticamente muy parecido a <i>snake</i> (serpiente, en inglés). Y hay que reconocer que, cuando aparece, en el primer libro de la saga, pasamos muchas páginas pensando que es una especie de serpiente, capaz de acercarse sin hacer ruido, y peligroso a más no poder. De hecho, esa sensación no desaparece en toda la serie. Y qué decir de Draco Malfoy, tan peligroso y tan engreído como un dragón malo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Pero t<b>ampoco debemos volvernos locos con los significados de los nombres</b>, no es bueno forzar la asociación. Blancanieves es un personaje de cuento infantil y busca esa asociación, explicada desde la primera línea. Pero si Harry Potter se hubiese llamado Mago Potter, nos resultaría excesivo. Una de esas casualidades que se llevan tan mal con la narrativa. Las asociaciones deben ser sutiles, como un regalo para el lector espabilado. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Sobre la forma del nombre de los personajes se puede decir más incluso que sobre el significado. Largos, cortos; fáciles, difíciles; comunes, raros; vocales abiertas, vocales cerradas… <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que <b>el lector intentará pronunciarlo</b>. En su mente o cuando hable de él, eso nos da igual. Intentará asociar nombre y personaje, por lo que no parece buena idea utilizar nombres impronunciables. A veces me llegan novelas para corregir (generalmente de género fantástico) en las que un personaje tiene nombre impronunciable. Krther, Smanthgr, o cualquier otra combinación de muchas consonantes y muy pocas vocales, y me paso la novela entera buscando cómo llamarlo. Suelo inventar la forma, transformar lo que el autor me ha dado: Kráter, Esmanthager… Es algo que hacemos todos los lectores, convertir lo impronunciable en algo pronunciable. El problema es que cada lector lo hará según su propio criterio y así nuestro personaje perderá esa exclusividad, esa asociación inequívoca que buscamos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;"><b>La combinación de nombre más apellido refuerza la exclusividad.</b> No es lo mismo ser Harry, que ser Harry Potter; ser Ana, que ser Ana Karenina; Gregor, que Gregor Samsa. Pero esto se trata de una opción personal del escritor y de la demanda de la historia. Unos chicos de un instituto cualquiera usarán sus apellidos porque se pasa lista en clase y porque cuando coinciden varios nombres se usa el apellido para diferenciar, pero una novela sobre un personaje que emprende un viaje, narrada en primera persona, a priori, no demanda tanta información. <i>Cien años de soledad </i>narra la historia de una familia, cien años de una familia, ¿cómo no vamos a necesitar su apellido? Pero ¿cuánto necesitamos saber el apellido de <i>Wendy</i>, de Peter Pan? Pues se apellida Gentil. Y resulta cómico que el padre (que es quien aparece con este dato en la novela) se apellide así. Es un guiño de Barrie a los lectores, porque el señor Gentil es muchas cosas, pero no es gentil. Alicia, Matilda, Bastian, Coraline… no necesitan apellido. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Y decía que es una opción del escritor porque <b>a algunos nos cuesta usar apellidos</b>. No nos sentimos cómodos teniendo que exponer el apellido del personaje cada vez que aparece y si no lo usamos tenemos la sensación de que es una información inútil que hemos dado en algún momento y luego no ha ido más allá. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">También los sonidos juegan su papel en esto de las asociaciones inconscientes. <b>Las vocales abiertas se asocian, por sinestesia, a figuras redondeadas</b>, líneas suaves. Y esta sinestesia nos lleva a otra: la bondad frente a la maldad, la dulzura frente a la agresividad. Reconozco que es una asociación forzada, pero existe. Igual que la vocal /i/ se asocia, de manera involuntaria, con los diminutivos (y estos con el cariño), así que es más fácil fiarse de alguien que se llama Kiti que de alguien que se llama Kutu. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;"><b>Los escritores de prosa huimos de la rima</b> que produce cacofonías. Los nombres terminados en /ía/ son una tortura a la hora de evitar esas rimas. También si terminan en /ón/ y, afinando un poco más, las rimas asonantes en /a/-/a/, sobre todo si estamos narrando en pasado y usamos el pretérito imperfecto. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">La longitud del nombre también juega su papel a la hora de elegirlos. <b>Cuanto más cortos, más fáciles de recordar</b>, pero los monosílabos se parecen demasiado. Zac, Sol, Bet… Pueden dar la sensación de que todos nuestros personajes se parecen. Por eso <b>es recomendable que haya nombres más cortos y más largos</b>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Al leer, t<b>endemos a quedarnos con la inicial del nombre</b> (que además está escrita en mayúscula). Poco a poco, página a página, vamos familiarizándonos y memorizando quién es quién. Es bueno evitar iniciales repetidas. Laura y Lucía no se parecen en nada, salvo en esa primera letra, pero muchos lectores confundirán a los dos personajes durante unas cuantas páginas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Parece de Perogrullo, pero el nombre de nuestro personaje debería dejar claro su sexo, salvo que queramos jugar con la ambigüedad o que haya un motivo para que no sea así. Jorge, unas de las chicas de <i>Las Aventuras de los Cinco</i>, de Enyd Blyton, era mi personaje preferido, tan rebelde que vestía pantalones en vez de las faldas de su prima, tanto, que llevaba el pelo corto; tanto, tanto, que tenía nombre de chico. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 16px;">Como ocurre con muchas palabras, a</span><b style="font-family: garamond, serif; font-size: 16px;">lgunos nombres tienen una tercera dimensión, </b><span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 16px;">más allá del significante y el significado:</span><b style="font-family: garamond, serif; font-size: 16px;"> la de la memoria</b><span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 16px;">. Existen nombres capaces de evocar un recuerdo, una sensación, incluso de provocar rechazo o cariño. </span><b><span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Asociaciones externas de los nombre<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Nos es lo mismo llamarse Sigfrido que llamarse Luis. La primera impresión de un personaje que se llama Luis es que vive en un país de habla hispana de siglo XX o el XXI, que pertenece a una familia de clase alta, media o baja. Es decir, es un nombre atemporal, agreográfico y sin marca social. Un nombre neutro con el que no asociamos prácticamente nada, más allá del sexo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;"><b>En el nombre de un personaje puede haber información implícita</b> (sutilmente implícita) sobre su edad, su lugar de nacimiento, su clase social y hasta parte del carácter de su familia. Y digo de su familia, porque el nombre no lo elige el personaje, sino que otros lo han elegido por él (luego hablaremos de los apodos, que son cosa bien distinta). Tengo unas amiga cuyo nombre empieza por B. El suyo, y el de sus cuatro hermanos, y más de una vez </span><span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 16px;">he pensado robarle la idea para caracterizar a una familia de personajes que siguieran esa tradición. Todos los primos de la misma generación tendrían nombres que empezasen por la misma letra. Hasta que alguien, el díscolo de la familia, decidiera romper con la costumbre. </span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Estas son, como la Jorge, la coprotagonista de Los Cinco, asociaciones que tienen que ver con el <b>carácter</b> de los personajes. Los nombres con marca geográfica (Olaf), temporal (Arsenio, que hoy podría resultar antiguo), social (Fernando María parece remitir a las clases altas y más conservadoras) ayudan a configurar la ambientación de la historia, el entorno del personaje. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;"><b>Un apartado específico y muchas horas de debate merecen los nombres extranjeros</b>. Del mismo modo que el inglés se ha ido colando en nuestro idioma para la terminología más técnica o más moderna, también ha “contaminado” nuestro listado de nombres. Jessica, Vanessa (poned atención a la <i>ese</i> repetida), Jonatan… son nombres cada vez más populares. O lo han sido unos años atrás. Pero no me refiero a estos, que podemos tomar casi como nombres de nuestro idioma, si acaso con una marca social o temporal, sino a novelas en las que, incomprensiblemente, los protagonistas se llaman Peter, Edward o Alan. Es otro tema sobre el que hablar en otro momento, porque muchos autores creen que al “americanizar” sus historias las hacen más universales de cara a una futura distribución. Junto al nombre del personaje aparecen localizaciones como Wyoming, Nueva York o Seattle, aunque los personajes en realidad vivan y se comporten como chicos de un barrio de Madrid o de Buenos Aires y los edificios respondan más al perfil de Carabanchel, que al de Brooklyn y estudien Secundaria y no <i>High School</i>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Hasta ahora he estado divagando sobre nombres humanos. Pero en la narrativa fantástica aparecen razas diferentes a la nuestra. Dice mi amigo Javier que cualquier nombre español, convertido en esdrújulo, parece élfico. Áragon, de <i>El señor de los anillos</i>, no parecía tan fantástico si se llamase Aragón (aunque él no sea un elfo). Cualquier nombre más o menos neutro, más o menos común, adquiere una dimensión fantástica y lejana cuando cambiamos el acento, cuando añadimos una h o un s, o incluso acentos gráficos poco comunes (como la diéresis) o ajenos (como los circunflejos) a nuestro idioma. Son recursos que permiten mantener la norma de fácil pronunciación pese a la extrañeza de la forma. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12pt;">He dicho antes que el nombre viene impuesto por la familia o por quien tenga la autoridad sobre un personaje. Pero en el caso de los apodos es diferente. <b>Un apodo es un rasgo distintivo</b>, es algo que identifica a nuestro personaje y solo a él. En </span><i style="font-family: Garamond, serif; font-size: 12pt;">Yo conocí a Muelle</i><span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12pt;">, novela de Jorge Gómez Soto cuyos protagonistas son unos grafiteros que siguen la estela del famoso artista callejero madrileño Muelle, el protagonista, Luis, toma conciencia de que en realidad él no es como sus amigos, que casi le hacen el favor de dejarle formar parte de su colectivo. Y lo dice así (hablando consigo mismo):</span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="margin-left: 1cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 11.0pt; line-height: 150%;">No te dejes llevar por Don Delirios de Grandeza y escucha la cruda verdad: podrás hacerte conocido, llenarás de firmas mil paredes, tendrás el respeto de muchos por pertenecer a los CC, harás algunos grafitis medio decentes, pero tú sabes (aunque todavía no estés preparado para admitirlo) que nunca vas a ser uno de los grandes, ni siquiera de los medianos. Olvídate de deslumbrar. ¿No te das cuenta de que a Hot lo llaman Hot y a ti te llaman Luis? Es un detalle insignificante, pero revelador. </span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">El apodo puede elegirlo el propio personaje o que se lo adjudiquen otros. Si se da el primer caso, el personaje se identifica con ese apodo, y por tanto nos dan una idea a los lectores no solo de cómo es, sino sobre todo de cómo se ve a sí mismo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Si, por el contrario, lo eligen otros, puede tener una carga positiva o negativa y nos indica cómo ven al personaje desde fuera y qué relación tiene con su entorno. Manolito Gafotas tiene ese nombre porque, al llevar gafas, alguien en su entorno ha querido reírse de él, pero su personalidad es la de alguien que intenta convertir todo en algo positivo, en algo aprovechable para su bienestar, así que ha decidido hacerlo suyo y con eso deja de ser un insulto para convertirse en un valor añadido del personaje. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">En <i>Y decirte una estupidez, por ejemplo, te quiero</i>, de Martín Casariego, el protagonista y narrador de la novela da más de veinte apodos diferentes a Sara, la chica que le gusta. Saraapartamiradas, Saraprincesa… es una forma de definir al personaje, de describirlo y de hacerlo desde un punto de vista totalmente subjetivo. Sara es el personaje de las mil caras, la adolescente más cambiante que ha dado la literatura. Y sus nombres lo reflejan. <o:p></o:p></span></div>
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="apuntes" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;">Para terminar, el nombre del personaje habla de él, de su entorno, incluso del género o el enfoque de la historia. No brindar esa información al lector es desaprovechar una oportunidad de llegar a él. <o:p></o:p></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-27973775821471179322016-07-27T23:48:00.002-07:002016-07-29T03:34:49.205-07:00Plan de escritura en cinco días<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Hoy cerramos el taller de
Escritura Creativa para adolescentes en <a href="http://escueladeescritores.com/"><span style="color: windowtext; text-decoration: none; text-underline: none;">Escuela de Escritores</span></a>. Ha
sido divertido, pero, sobre todo, ha sido sorprendente. Ay, lo que hubiera dado
yo por encontrar algo así cuando tenía doce o trece años.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Los chicos del taller no
necesitan empujones para lanzarse a escribir, pero aun así, voy a proponerles
un plan de cinco días para romper cualquier bloqueo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Os lo dejo aquí por si soy
más perezosos, más vergonzosos, menos seguros que nuestros chicos.<o:p></o:p></span></div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: center;">
<b><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Plan de ejercicio creativo de una semana<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Empieza en lunes, porque somos más dados a cumplir los compromisos que arrancan con el inicio de la semana, del mes, del año… Seguro que hay una razón psicológica para ello, pero la desconozco, así que no lo puedo argumentar. Por una vez, creedme sin más y prometo no volver a pedíroslo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<b><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Lunes</span></b><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">: <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Describe lo primero que has visto al levantarte. Con todo detalle. Pero no hace falta (de hecho no deberías hacerlo) que te pongas a anotarlo según te levantas. Solo retén la imagen y luego, a la hora que sea la que has decidido reservar para la escritura, haz memoria de eso que has visto. Posiblemente, salvo que vivas en una cabaña sin techo en lo alto de árbol que crece en una montaña inexplorada, lo que ves al levantarte son cuatro paredes, unas cortinas, la mesita de noche, el armario y unos zapatos que no recogiste porque te dio sueño. Es decir, un párrafo, dos a lo sumo. Diez minutos. Relee lo que has escrito, corrige, cambia. Léelo en voz alta para ver que tal suena. Y ya. No escribas más. No hoy. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<b><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Martes: <o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Describe a la última persona que has visto que no conocieras de nada: el conductor del autobús, un señor que pasaba por la calle y al que has visto desde la ventana, la chica que te ha vendido el pan y en la que nunca te habías fijado… Fíjate en todos los detalles: su aspecto, su ropa, su voz, su forma de caminar. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Como el lunes, léelo, corrige, cambia. Y déjalo estar. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<b><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Miércoles: <o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Cuenta lo que ha pasado hoy durante la comida (o ayer, si estás escribiendo por la mañana). Quién se ha sentado a la mesa, qué había para comer, quién ha cocinado, si has hablado durante la comida o no. Pero cierra los ojos para recordarlo y cuenta también a qué olía, cómo sabía, si estaba caliente o frío, si había ruido de fondo, una tele, una radio, los pitidos de los coches en la calle o si solo se escuchaba el silencio… <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<b><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Jueves: <o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Intenta recordar cuándo ha sido la última vez que has reído a carcajadas. Y si no es la última, una, da igual si es de hace tres días o de hace tres años. Y cuéntalo. Dónde estabas, quién más había contigo, qué pasó que te provocara tanta risa, si los demás se rieron tanto, si alguien se enfadó… <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Hoy has tardado un poquito más en escribirlo, ¿verdad? Eso es porque esta propuesta es más creativa. Ya no solo describes, no cuentas con objetividad lo que ves y lo que percibes, también entran en juego las sensaciones, los sentimientos y la subjetividad. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<b><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Viernes</span></b><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">: <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">¿Recuerdas a esa persona que describiste el martes, ese al que no conocías de nada? Invéntate un nombre. Y una vez que tengas nombre para él o para ella, inventa una vida: ¿Tiene familia? ¿Vive con ellos? ¿Estudia o trabaja? ¿Qué estudia? ¿Dónde trabaja? ¿Se ha peleado con alguien y por eso lleva esa cara tan seria? ¿Va a pedirle matrimonio a su novia y por eso sonríe como un bobo? ¿Huye de la policía? ¿Acaba de perder el trabajo? ¿Va hacia una entrevista de trabajo?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Inventa hasta donde te apetezca. Si le pide matrimonio a la novia, lo que ella dice, lo que hace él con esa respuesta… Y recuerda describir con el detalle con el que has descrito lo que has visto al levantarte; incluir sonidos, olores, sensaciones, como el miércoles; buscar las emociones de tu personaje principal y de los que lo rodean, como el jueves. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Felicidades, has llegado al viernes y has vencido al monstruo del bloqueo. O lo has atontado un rato. Descansa el fin de semana, celebra esta meta, presume con los amigos, comparte con otros…<o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 12.0pt; text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times new roman" , serif; mso-bidi-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-theme-font: minor-bidi;">Y el lunes que viene, si te apetece, si te ha resultado divertido escribir y tienes ganas de contar más historias, sigue inventando vidas o contando la tuya, o alterando recuerdos y contando lo que te hubiera gustado vivir, lo que quieras. Si te ha gustado escribir, sigue escribiendo. <o:p></o:p></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-64578234706724231972016-07-10T04:52:00.000-07:002016-07-10T04:52:14.264-07:00El contador de palabras<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Me pregunta un alumno si su idea mola. Respondo con un discurso que, no por haberlo utilizado muchas veces es menos cierto: <b>las ideas, en sí, no hacen la diferencia</b>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD"><br />
</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Yo tenía una idea. Una idea molona con muertos, vivos, ángeles, fantasmas, un poquito de amor, venganza… Ah, no. Venganza no, que tengo incapacidad manifiesta para los personajes malos. El caso es que mi idea empezó con una frase y llegó a quince mil palabras. <o:p></o:p></span><br />
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">No me asusta trabajar, cualquiera que me conozca lo sabe. No pongo pegas a empezar de cero. Pero hay un monstruo que habita debajo del teclado de los escritores de novelas, o debajo del mío al menos, y que repite siempre las mismas palabras: recicla, copipega. <o:p></o:p></span><br />
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Abrí un documento nuevo y tardé un par de semanas en llegar, otra vez, a las quince mil palabras. Más colocaditas, mejor cosidas entre sí, tal vez. Pero seguía siendo una colcha de esas de parches que de lejos bien, pero de cerca... <o:p></o:p></span><br />
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD">Vuelta al inicio, y así hasta cuatro o cinco veces. Porque ese monstruo repetitivo cuenta las palabras. <b>El jodido contador de palabras</b>. Mi ordenador es testigo de que hay cinco versiones diferentes de la misma historia. Y todas con quince mil palabras. <o:p></o:p></span><br />
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD">Miento, en la última llegué a veinte mil. ¡Guau! Veinte mil palabras. Y entonces me di cuenta de que seguía sin gustarme y de que no iba a escribirla. Me concedí un día para llorar y al siguiente volví a la carga. <o:p></o:p></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuBg98ZlbSMmOvgdsOV2wThPECZgs08LlOM8GX6MRtseieeUtNgyj7jn57UqvFGItRqgbiRhGwdO77ubiEdbRcrnbTFfAzZ-T8_XvGN2MCzV748FivhymWxEX7zgxgIpBmh2iFluFHZrg/s1600/palabras.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuBg98ZlbSMmOvgdsOV2wThPECZgs08LlOM8GX6MRtseieeUtNgyj7jn57UqvFGItRqgbiRhGwdO77ubiEdbRcrnbTFfAzZ-T8_XvGN2MCzV748FivhymWxEX7zgxgIpBmh2iFluFHZrg/s1600/palabras.png" /></a></div>
<span lang="ES-TRAD"><br /></span>
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD">Para vencer a los monstruos solo hay que mirarlos de frente. Bueno, igual no, igual eso no es suficiente para vencerlos, pero es mejor tener luz que luchar a oscuras. <b>Ponerle nombre al monstruo es empezar a vencerlo</b>. <o:p></o:p></span><br />
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD">La semana pasada volví a la página en blanco. Pero esta vez de verdad, al cero absoluto. Otra historia, otra voz. Otra novela. <o:p></o:p></span><br />
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD">Y me di cuenta en pocos días de que no había tirado a la basura esos cuatro meses de contar palabras. Que <b>el cero absoluto, en realidad, era un cero con decimales</b> y que esos decimales molaban. <o:p></o:p></span><br />
<span lang="ES-TRAD"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD">Porque mi idea mola. Tiene fantasmas, vivos, muertos, ángeles, un poquito de amor y hasta una puntita de venganza. Pero la idea en sí no hará la diferencia. Las horas y horas de trabajo, los porrazos contra la pared de mi cabezonería, el empeño en contar cosas que no importan, los personajes que no aportan nada pero que me daba pena borrar porque, jo, me los había currado tanto son los que, tal vez, marquen la diferencia. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<span lang="ES-TRAD">Y he cosido la boca al monstruo. <o:p></o:p></span></div>
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-53963689909452011872016-07-02T02:39:00.001-07:002016-07-04T05:27:24.692-07:00Las decisiones de los personajes<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No hay nada que me haga pensar en
tanto la teoría sobre la escritura como tener que responder la duda de un
alumno. Hace unos meses, para una de esas preguntas, estuve dando vueltas a por
qué unas historias nos enganchan más que otras (sí, lo sé, la pregunta se las
trae). El caso es que me puse a garabatear y salió esto: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguZTPLQSrf7zuguu0OlXaTl9io3FvM6_X5VXoFTaQ2tEQnRgBsVU4lwysQ3YlbWMp9P0igBuV0A3kFmRCwDjQfEw2Ri45eEN0Bmxx4Okh4fh8cG-M1LiC4xxxN8idKIwGBo_ft0ktb6Q0/s1600/Decisiones+de+los+personajes.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguZTPLQSrf7zuguu0OlXaTl9io3FvM6_X5VXoFTaQ2tEQnRgBsVU4lwysQ3YlbWMp9P0igBuV0A3kFmRCwDjQfEw2Ri45eEN0Bmxx4Okh4fh8cG-M1LiC4xxxN8idKIwGBo_ft0ktb6Q0/s200/Decisiones+de+los+personajes.jpg" width="150" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
De ahí pasó a una clase, luego a otra en la que lo desarrollé un poco más, luego a unas notas manuscritas para aclarar cada punto de ese dibujo... Hoy trataba de explicarle a otro alumno por qué sus personajes tenían que empezar a tomar decisiones y ya que me ponía, he redactado esas notas para que dejaran de ser garabatos y pudieran leerse. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Lo cierto es que hay historias en
las que pasan un millón de cosas, cosas divertidas, cosas interesantes, cosas
geniales incluso y aun así no nos enganchan. Nos da la sensación al leerlas de
estar sentados en un parque viendo como diez niños se balancean en los
columpios. Cualquiera de ellos podría caerse y desencadenar el desastre o ese
chico más alto que el resto podría empujar a otro para ocupar su sitio y
convertir la tarde pacífica en una batalla de niños, padres y vecinos. Pero
pasan las horas y los columpios siguen moviéndose arriba y abajo sin más
novedades que un papá que se lleva a rastras a su hijo cuando ya anochece o una
niña que ha perdido el coletero. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Para mí, <b>el pilar que sujeta la narrativa</b> (infantil y juvenil, pero también
la narrativa general<b>) es la capacidad de
los personajes para tomar decisiones</b>. Para empujar al niño grande y ocupar
su sitio. Y no me he equivocado, no. No es la capacidad del niño grande para
dar el empujón, qué fácil, sino la del enclenque que sabe que se la juega y aun
así, <b>decide</b> hacerlo. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En narrativa, los personajes
toman decisiones continuamente. Eligen tomar la leche sola o con cereales, ir
al colegio andando o en autobús, saltar a la comba o jugar a balón prisionero. La
mayoría de esas decisiones no les afectan demasiado, pero son las que tejen la
trama fina de la historia. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<blockquote class="tr_bq">
Nuestra historia
comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un
cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en
aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos
que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba
mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley
parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.<br />
Ninguno vio la gran
lechuza parda que pasaba volando por la ventana.<br />
A las ocho y media, el
señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató
de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un
berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo
entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche
y se alejó del número 4.</blockquote>
<div class="MsoQuote">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoQuote">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoQuote">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En las primeras páginas de <i>Harry Potter y la piedra filosofal</i>, El
tío de Harry decide ponerse una corbata sosa, coger su maletín, besar a su
mujer, montarse en el coche; su tía decide sentar a Dudley en la silla; Dudley
tira los cereales contra la pared también porque así lo ha decidido. La
historia no sería diferente si la corbata del tío tuviera lunares de colores,
si la tía hubiera tomado al niño en brazos o si el chico se hubiera comido los
cereales sin rechistar. Son decisiones irrelevantes. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Estas <b>decisiones irrelevantes</b> sirven para conocer a los personajes (el
señor Dursley en un soso), para mostrarnos el entorno, para evitar que las
escenas sean estáticas y para apoyar la verosimilitud (si Dudley tira los
cereales y su padre decide hacerle un guiño, ¿cómo no me voy a creer toda
diferencia de trato hacia los primos que vendrá después?). <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No soy muy de listas, pero se
puede hacer una sobre las características de estas decisiones: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<ul>
<li>Se pueden <b>aislar</b>, <b>cambiar</b> o <b>eliminar</b> sin que la historia cambie.</li>
<li>No suelen ser dicotomías. No hay
dos opciones entre las que elegir, sino un <b>abanico
de posibilidades</b>, un armario lleno de corbatas (muy sosas todas, casi
seguro).</li>
<li>Las toma <b>cualquier personaje</b>.</li>
<li>Hay <b>muchas en cada capítulo</b>. Casi en cada acción, en cada movimiento.</li>
</ul>
<o:p></o:p><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
En resumen, <b>las decisiones irrelevantes son el <i>atrezzo</i>
de una historia</b>: necesarias pero imperceptibles. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Cuando un libro se nos cae de las
manos, nos aburre y nos da esa sensación de parque infantil, es fácil que haya
muchas decisiones irrelevantes y muy pocas relevantes. Porque la importancia de
las decisiones de los personajes se mide por la gravedad de las consecuencias
que arrastran. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y ahí, <b>en las decisiones
relevantes, es donde se sujeta la historia</b>.
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Las <b>decisiones relevantes</b> son las que tienen consecuencias para los
personajes: Si salgo con Ana esta tarde, Laura va a enfadarse conmigo; si tiro
los cereales contra la pared, me quedaré sin desayunar (¡qué hambre!); si salto
de ese tejado tan alto, es posible que me mate. Se trata, por tanto, de
decisiones que afectan a los personajes, modifican el sentido de la historia,
de forma que, si las eliminásemos, la historia cambiaría. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
No es lo mismo, claro, tirar los
cereales contra la pared y pasar hambre un ratito que saltar del tejado y
romperse la cabeza. Por eso me gusta separar las decisiones relevantes en dos
bloques: las de <b>consecuencias asumibles</b>
y las de <b>consecuencias inasumibles</b>. Esa
imagen que cierra tantos libros y tantas películas en la que vemos al
protagonista ponerse en el camino de la flecha, bala, espada… para evitar que
muera un ser querido es una decisión de consecuencias inasumibles porque, a
priori, el resultado va a ser la muerte. Luego ya nos encargamos los escritores
y los guionistas de que no siempre muera (casi nunca, en realidad), pero el
caso es que cuando el protagonista se ha puesto en la trayectoria de la bala lo
ha hecho convencido de que iba a morir. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Vuelvo a esas listas que digo que
no me gusta hacer para ver en qué se diferencian unas y otras.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Las decisiones de consecuencias
asumibles las puede tomar <b>cualquier
personaje de la historia</b>. Hermion decide qué hierba es la buena y eso supone que la trama vaya en una dirección y no en otra, <i>alguien </i>deja la capa de invisibilidad para Harry y eso supone que descubra información que no podría haber descubierto de otra forma. Son puntos de giro, en unos casos, avances en la trama, en otros. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Las decisiones inasumibles, en cambio, suele tomarlas el <b>protagonista</b>. Puede haber un secundario que se sacrifique por él, es cierto, pero el riesgo de que ese secundario usurpe el puesto al protagonista es muy alto. El lector puede interesarse más por esa historia (¡guau, cómo mola este chico, quiero saber más de él!) o sentirse decepcionado por un protagonista que no está a la altura del o que los secundarios han hecho por él. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Una decisión de consecuencias
inasumibles<b> implica renuncia: </b>muero,
me marcho para que seas feliz y no volveré a verte nunca<b>, </b>renuncio<b> </b>a mi libertad
para que tú seas libre...<b> </b>En el caso
de las decisiones de consecuencias asumibles, no siempre hay renuncia (ir a la escuela de Howarts mola y no supone dejar atrás nada que vaya a echar de menos),
Caperucita, cuando habla con el lobo, no renuncia a nada, al menos conscientemente.
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Son mucho <b>menos frecuentes que las decisiones irrelevantes. </b>En el caso de las
asumibles una o dos por capítulo (de hecho, a la hora de elegir dónde ponemos
el punto a un capítulo tendríamos que tenerlo en cuenta, pero de eso ya
hablaremos otro día). En el caso de las inasumibles, una por historia. Una vez
que decido morir por ti, ¿qué más puedo hacer? Y sobre todo, a ojos del lector,
¿qué puede ser más interesante? Algunos libros presentan más de una de estas
decisiones, primero me ofrezco a morir para que tú te salves y después, como no
he muerto, me ofrezco a dejarme torturar para que los dioses te concedan ese
deseo tan espectacular que tienes. El problema de esta estructura es que crean en el lector la expectativa de que el personaje va a morir y no muere,
así que cuando llega la siguiente situación límite no le da tanta importancia
porque, total, ya sabe que es posible darle la vuelta. Todos hemos tenido esa
sensación de “eh, no te preocupes, que es el protagonista y los protagonistas
no mueren” (salvo en <i>Juego de Tronos</i>).<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Las decisiones relevantes generan <b>tensión narrativa</b> siguiendo una ley
casi matemática: cuanta mayor renuncia implique una decisión, mayor tensión
narrativa. Si el chico enclenque del columpio empuja al mayor, está renunciando
a su integridad física. Si lo hace el fuerte, solo renuncia a la aprobación y el
aplauso de los adultos. Como mucho, se arriesga a una regañina. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y esa tensión se presenta de
manera <b>gradual </b>a lo largo de la
historia por lo que parece una conclusión lógica que sea la decisión relevante (inasumible) la que sirva de cierre, la que provoque el desenlace. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
Y una vez dicho todo esto, como en la escritura no hay (no debería haber) normas inamovibles, estoy segura de que se puede hacer un libro interesante sin decisiones relevantes. Y también, seguro, se puede empezar una historia con la decisión inasumible, someter al protagonista a la tortura de decidir cien veces... Y estaré encantada de encontrar los libros que me desdigan. </div>
Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-20226392001486338552016-03-22T11:21:00.001-07:002016-03-22T11:25:55.375-07:00El bloqueo del escritor y las lavadoras<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgadv452lK7H2oVO2eDwYwWyWsAvBYzRtahS988RRBnbGyAgtBgktfnyY2U0wJ3aHv_1S_URnCNM_2VMdUziX478jvrbxjyBxyRZpWj-wFpHCBB0TGyve_Ccg-gcBK0TiNBe9ZJYbUpy28/s1600/lavadora.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgadv452lK7H2oVO2eDwYwWyWsAvBYzRtahS988RRBnbGyAgtBgktfnyY2U0wJ3aHv_1S_URnCNM_2VMdUziX478jvrbxjyBxyRZpWj-wFpHCBB0TGyve_Ccg-gcBK0TiNBe9ZJYbUpy28/s320/lavadora.jpg" /></a></div>Hay una relación directa entre el bloqueo del escritor y la lavadora. De hecho creo que el día que lo descubran los fabricantes de detergentes y suavizantes, el mundo de la publicidad entrará en una nueva era. Como aquel “busque, compare y, si encuentra algo mejor, cómprelo”.<br />
<br />
Me siento frente al ordenador con la escena calentita en la cabeza, con el diálogo de los personajes (¡Pedazo de diálogo! ¡Qué bien suena!) retumbándome aún en ese lugar del cerebro en el que todo encaja a la perfección. Y escribo la primera frase. Buf, qué floja, con lo bien que sonaba antes de darle a la tecla. Y muevo al chico de un lado para otro, como si tuviera una garrapata debajo de la ropa porque no sé dónde dejarlo quieto. ¿Y ella? Ella tiene cara de pánfila. Hace un ratito era una chica capaz de cambiar el mundo, de plantarle cara a ese gran drama (ahora ya no parece tan grande). <br />
<br />
Me levanto y reviso lo que me rodea. Ahí está, la manta amarilla. La llevo hasta la cocina y la meto en la lavadora. Es una lavadora enorme, de nueve kilos nada menos, y la pobre manta se queda como perdida en ese hueco. Paso por delante del ordenador, muevo el ratón para ver lo último que he escrito. Menuda bazofia, lo borro y entonces me acuerdo de los cojines amarillos. Claro que sí, hay que aprovechar la capacidad de la lavadora. Los llevo hasta la cocina y los meto junto a la manta. Un vaso de agua. Llego (otra vez) frente al ordenador. Leo el final de la escena que escribí ayer (la manta roja y la toalla fucsia ya estarán secas). Voy hasta el tendedero y por el camino encuentro el jersey de cuello alto amarillo que no está sucio del todo porque solo me lo he puesto un rato. Total, no sé si ya me pondré cuello alto, que dicen que es primavera. Lo llevo hasta la cocina y, ahora sí, echo el detergente y el suavizante. Programa corto. <br />
<br />
Las mantas del sofá. Ayer, la colcha del niño, aprovechando que no duerme en casa y el abrigo de la niña, por si quiere llevárselo. Recoger las mantas rojas y doblarlas. Anteayer fueron las cortinas. <br />
<br />
De nuevo frente al teclado me digo que no está tan mal, que le he pillado el punto. Aún estoy un poco rígida y la voz no es del todo como debería ser, pero es cuestión de seguir escribiendo. ¿Cómo es eso que les digo a los alumnos sobre las musas y esperan que aparezcan? La lavadora y su programa corto están a punto de terminar, mejor espero y ya lo tiendo, que con los amarillos no se puede jugar. Parece que el rojo es el que más destiñe, pero no. Un rojo desteñido puede que tenga arreglo, algo manchado de rojo puede volver a su color pero, ay, si destiñe el amarillo. <br />
<br />
Las mantas tendidas. Los cojines reposando sobre el radiador. No es hora aún de preparar la cena (a quién quiero engañar, si no cocino). Y el tambor de alta capacidad, nueve kilos exactamente, que me llama. Las bufandas. Ya no me voy a poner bufandas y sería una guarrería guardarlas sin lavar. <br />
<br />
De vuelta a la mesa. Un cigarrito y me pongo a escribir. Pero antes, voy a contarle al mundo la relación directa entre el bloqueo del escritor y las lavadoras. <br />
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-91271681740734841352015-12-27T04:21:00.000-08:002015-12-27T04:27:40.954-08:00El chico de las estrellas o la valentía de escribir bien<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5X1PhHTg4A92wbL_UCM62LPnY_WgJ9ejELapeyznSzwh8VUWCDv0JwyZkWYPI4xrm8F8RZfHCTzVvqNhiuqO6X0RK6CZPDi5K1De5QD6gtgrVQGA_xQq89LZiDZm1rcMnTdQdPosNvU0/s1600/El-Chico-de-las-Estrellas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5X1PhHTg4A92wbL_UCM62LPnY_WgJ9ejELapeyznSzwh8VUWCDv0JwyZkWYPI4xrm8F8RZfHCTzVvqNhiuqO6X0RK6CZPDi5K1De5QD6gtgrVQGA_xQq89LZiDZm1rcMnTdQdPosNvU0/s320/El-Chico-de-las-Estrellas.jpg" /></a></div>No me gustan las simetrías. No me gustan la ropa interior conjuntada ni los pendientes iguales ni ordenar las cosas por tamaños. Pero en lo que a escritura se refiere, me gusta que todo esté colocadito, que no haya negritas ni cursivas ni nada que llame la atención de la forma sobre el contenido salvo que haya un motivo muy potente para ello. Odio los saltos de párrafo porque sí y la prosa que juega a ser verso solo por el capricho de un salto de línea. Pero, dicho todo esto, me gusta mucho, mucho, la forma de <i>El chico de las estrellas</i>. <br />
<br />
No sé si es novela, autobiografía, poesía urbana o qué. Ni me importa, ya que estamos. Pero dice contar la vida de su autor y en ese pacto que establecemos el libro yo, me lo creo. Ojo, que no pongo en duda en ningún momento la sinceridad de quien lo firma, solo digo que me creo lo que me dice como me creo que Peter Pan vuela o que algún día encontraré un armario con una puerta secreta al fondo, porque me lo han contado bien. Y me da pena que el libro se analice, se valore o se premie porque su autor ha tenido la valentía de contar su vida. O porque es homosexual. No, me niego. No quiero saber si su autor es valiente, ni me importa, porque quien me ha atrapado desde la primera página es Chris Pueyo, el personaje. El Chris Pueyo que, aparte de un chico guapísimo (sí, he cotilleado sus fotos por la red), el autor de esta novela y un bloguero popular, es un personaje más del libro. En el momento que aparece en tinta azul, se convierte en un narrador testigo y parte, protagonista y secundario. Y me engancho a su voz hasta el punto de que me haría creer que la luna puede moverse con un soplido si se lo propusiera. <br />
<br />
La valentía que admiro, que envidio y que me deja con la boca abierta es la del escritor que ha conseguido esa prosa tan fantástica, ese ritmo tan caótico y a la vez tan ordenado, ese personaje tan, tan, tan redondo. Es un libro valiente porque se atreve a romper las normas. Eso sí, las rompe con un motivo. Uno diferente en cada caso, en cada ruptura. <br />
<br />
La tinta es azul porque el personaje tiene una relación especial con ese color. Mezcla la primera persona y la tercera, como si le costara a ratos saber quién es, como si fuera más fácil decir según qué cosas cuando es otro el que las pronuncia. Y en un alarde de valentía (literaria, valentía literaria) se permite mezclar la segunda también, como si la mente del personaje fuera un caos tal que no sabe cuándo habla consigo mismo y cuándo con el lector. Y hasta usa la minúscula en un capítulo entero. Pero no es un capricho ni una forma de llamar la atención, hay un motivo. Y es un motivo precioso. Porque también hay detalles preciosos. Si medio mundo colgó candados en los puentes por una novela, no imagino cuánta gente estará ahora mismo coleccionando instantes en el reverso de los billetes de autobús. <br />
<br />
Es un texto corto, de esos que se pueden leer en unas horas. Y digo “pueden”, porque también es posible dedicarle más tiempo, detenerse en cada canción o cada libro que nombra. Así la historia se sale de esas pocas páginas y se hace más grande. Y es, sobre todo por esto lo envidio, uno de esos textos que parece que no ha costado trabajo escribir, que aparentemente no se han pensado, ni medido, ni corregido. Un discurso tan natural que no parece escritura. Y mi yo escritor se junta aquí con mi yo profesor y me dice que eso ocurre porque es bueno, porque ha medido, pensado y corregido. Que la Señora del Zumo de Tomate debió de verlo en pleno proceso creativo y por eso sabía que iba a lograrlo. <br />
<br />
No he hecho recomendaciones para los regalos de Navidad como los últimos años en la página de la <a href="http://escueladeescritores.com/recomendaciones-literarias-2014/">Escuela</a>, así que lo haré desde aquí: leedlo, desifrutadlo, regaladlo.<br />
<br />
Y, por favor, no digáis que es valiente porque su autor es gay, porque ha tenido el valor de contar su vida y abrirse en canal. Consideradlo valiente porque está tan bien escrito que os ha llevado a sentir todo eso. <br />
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-9324278622539240102015-12-24T01:05:00.000-08:002015-12-24T01:05:51.102-08:00Violet y Finch o cómo no hacer una reseña<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrkkVDJPREQ115WPHT0JuZL4xQT7Ipu-4GSkTl0x3Ca4ZEhUxejMWdbyp2MK389LfNH_hWt6Nx_TNUlNBOA_OyIvbkc5l77YIIMG0Mb-O9ogSq6nKB0JH8ePqbXIEfrJZHdLiFsIWY9bA/s1600/violetyfinch.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhrkkVDJPREQ115WPHT0JuZL4xQT7Ipu-4GSkTl0x3Ca4ZEhUxejMWdbyp2MK389LfNH_hWt6Nx_TNUlNBOA_OyIvbkc5l77YIIMG0Mb-O9ogSq6nKB0JH8ePqbXIEfrJZHdLiFsIWY9bA/s320/violetyfinch.png" /></a></div>Tengo memoria de pez. Leo un libro y a los pocos días se me ha olvidado. Me pasa con las películas, con los nombres de la gente y con un millón de cosas más. Por eso tomo notas o hago reseñas nada más terminar la lectura, porque unos días después sería tarde. Pero desde que leí <i>Violet y Finch</i>, de Jennifer Niven, estoy intentando escribir sobre ella y no lo consigo porque no soy capaz de responder a una pregunta que me hago siempre a la hora de reseñar un libro: ¿Lo recomendaría? ¿Recomendaría una historia que comienza al borde de una azotea desde la que dos adolescentes, por motivos distintos, con vidas que no se parecen en nada, quieren saltar?<br />
<br />
Es una lectura que no se olvida, aunque tengas memoria de pez. Que te deja unos días pensando y te descubres en el metro o en un interesantísimo partido de fútbol recordando una frase que no dijo Violet o aquella otra que sí dijo Finch. Y eso es bueno, es muy bueno. Quiere decir que la historia de los protagonistas me ha llegado a ese sitio de nombre abstracto al que tienen que llegar las historias. Lo recomendaría, claro. <br />
<br />
Violet es perfecta, o todos los creen así, y es duro vivir con esa marca. Finch es un desastre del que no cabe esperar nada, o todos los creen así, y es duro vivir con esa marca. Tal vez por eso se complementan tan bien, porque son de una forma para ellos y de otra para el resto del mundo. ¿Cuántos adolescentes (o adultos) se sienten así? La empatía está garantizada. ¿Cómo no recomendarlo? <br />
<br />
Pero también es un libro que me ha hecho sufrir, que me ha hecho llorar, que me ha hecho pensar mucho. Es un libro que me ha dejado un sabor de boca agridulce, si no amargo. Y no sé si recomendar un libro así, porque bastante puñetera es la vida por su cuenta sin que le añadamos más dolor. <br />
<br />
Narra desde dos voces, alternando capítulos, algo que está muy de moda en la literatura juvenil y que me gusta, aunque con matices. Me gustan los libros que me dejan ver el punto de vista de dos personajes desde dentro, esa intimidad que da la primera persona. Pero cuando las dos voces se parecen mucho (y pasa en casi todos los que he leído, con estupendas excepciones como <i>Pomelo y Limón</i> o <i>Una tarta de manzana llena de esperanza</i>) y hace falta poner el nombre de quien habla al inicio del capítulo para que lo reconozcamos, me cuesta un poco, solo un poquito, creérmelas. En este caso, aunque se parezcan, son diferentes y, sobre todo, me dejan ver las entrañas de dos personajes complejos, muy complejos, pero a los que termino entendiendo. Y les deseo lo mejor, he pasado casi cuatrocientas páginas deseándoles lo mejor. Lo recomiendo, claro que sí. Recomiendo que cualquiera viva esas horas de olvidarse de todo lo que le rodea para centrarse en la vida de dos adolescentes que se ayudan, se comprenden y se complementan pese a ser las dos personalidades más opuestas que se pueda imaginar.<br />
<br />
Como reseña, lo sé, esto es un desastre. Ni siquiera es una reseña, en realidad. Sin resumen, sin puntos fuertes o débiles. Solo un caos de pensamientos y sensaciones, porque así es como me ha dejado la lectura. Y encima, ni siquiera he respondido mi pregunta. ¿Lo recomendaría? No lo sé. <br />
<br />
Si queréis sentir el placer y el dolor al mismo tiempo, sí. Si queréis leer con el miedo a que algo se tuerza, sí. Si queréis enamoraros de unos personajes, hacerlos vuestros y sufrir, amar, reír y llorar con ellos, sí. Si queréis una historia que no vais a olvidar, ni aun teniendo memoria de pez, sí. <br />
<br />
Si queréis un fin de semana de lectura placentera, de la que te deja una sonrisa tonta y calorcito en el estómago, no. O sí. Quién sabe. <br />
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-10351112027879014622015-12-10T03:29:00.000-08:002015-12-10T03:29:49.353-08:00Palabras envenenadas, de Maite Carranza<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaqONZxuiQbv8K4LXYszja_xJacpmE-tFjqdEbMLEz8snIEhzUU2yaHpxwKnx0JblHVJzphwEv3Wu1m17ECI7xbt1licd9B3bjITmuPP_xHWvjRwiATaEoMB6XG-1ludnrx4-ITGv7iN8/s1600/palabras_envenenadas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaqONZxuiQbv8K4LXYszja_xJacpmE-tFjqdEbMLEz8snIEhzUU2yaHpxwKnx0JblHVJzphwEv3Wu1m17ECI7xbt1licd9B3bjITmuPP_xHWvjRwiATaEoMB6XG-1ludnrx4-ITGv7iN8/s320/palabras_envenenadas.jpg" /></a></div>Me regalaron <i>Palabras envenenadas</i>, de Maite Carranza, hace cuatro años, cuando yo tenía un hija de 15, la edad de la protagonista. Empecé a leerlo y a las pocas páginas tuve que abandonar. Bárbara es una chica de 15 años que empieza a ligar con chicos, que se sabe atractiva y lo aprovecha y que tiene una madre que no pone pegas a ese cambio, pero un día deja una nota, desaparece de casa y tres días después la policía descubre que no ha sido una fuga, sino un secuestro. <br />
<br />
Me sentí mal, y eso bueno. Me sentí identificada, y eso es mejor. Me lo creí a pies juntillas, y eso es la leche. <br />
<br />
Ahora, cuatro años después, he vuelto al libro. Me ha vuelto a remover por dentro y a hacerme un agujerito en el estómago, pero esta vez lo he leído completo y he comprendido los premios, el éxito y a los lectores satisfechos. <br />
<br />
Con dos narradores diferentes, la propia Bárbara y un narrador en tercera persona que va saltando de un personaje a otro, Maite Carranza mantiene la tensión sobre lo que ha ocurrido a base de presentar posibles culpables y hacernos dudar, asegurar incluso, que hemos descubierto de quién se trata.<br />
<br />
Como en toda buena novela, cada uno de los secundarios tiene su propia historia, pero ninguna de ellas se come la trama principal porque lo que todos los lectores queremos saber es quién ha secuestrado a Bárbara y, sobre todo, si llegarán a tiempo de rescatarla. <br />
<br />
Cuando los escaparates de la literatura juvenil están plagados de historias fantásticas, de historias de amor dulce y maravilloso, apostar por una trama en la que la protagonista es tan realista que duele (nos duele) y además sufre (sufre mucho) de una manera totalmente injusta es un acto de valentía. <br />
<br />
Contar una historia que nos hace pensar y mirar el mundo de otra forma es abrir un campo que parecía estar vedado a la literatura juvenil. Estoy segura de que los lectores adolescentes también disfrutan de una historia así, aunque no les deje esa sensación de “quiero ser este personaje y vivir lo que él vive”. Una historia con tensión, con suspense, con un fantástico manejo de la información que se facilita al lector y con elementos suficientes, al margen del secuestro que orquesta toda la trama, para identificarse con los personajes. <br />
<br />
Y estoy segura también de que, ahora que tanto insistimos en que hay que parar la violencia, ayudar al que la sufre, no mirar hacia otro lado, un libro como <i>Palabras envenenadas</i> es más que necesario. Así que, cuatro años después, gracias. <br />
Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-37147336320871205632015-07-21T11:14:00.000-07:002015-07-21T11:28:06.980-07:00La canción secreta del mundo, de José Antonio Cotrina (o cómo dejarse esclavizar)Tengo la mala costumbre de leer con la profesora que llevo dentro sentada sobre las rodillas. La muy petarda busca fallos y aciertos, subraya en rosa o en morado, da saltitos cuando se topa con algo que poder llevar a clase. <i>La canción secreta del mundo</i>, de José Antonio Cotrina, sin duda, está lleno de “algos” que poder llevar a clase. Pero igual debería haber empezado por el principio. <br />
<br />
Hace casi un año se fallaba el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Por una de esas casualidades tan poco verosímiles como ciertas, César Mallorquí, que estaba en el jurado, tenía que venir a una conferencia a la Escuela el mismo día, así que llegó directo desde la deliberación del jurado. <a href="http://fraternidadbabel.blogspot.com.es/2014/11/la-cancion-secreta-del-mundo.html">Nos habló de un libro que no había ganado</a>, pero que en su opinión debería haberlo hecho: <i>La canción secreta del mundo</i>. Y yo tomé nota, porque no se puede dejar pasar una recomendación así.<br />
<br />
Un par de mese después compré el libro y lo abrí en el autobús, camino de casa. Leí las primeras páginas, puede que los primeros párrafos, y lo cerré. ¿Un saco de niños muertos? Por Dios, con la Navidad tan cerca necesitaba una historia que hablase de felicidad y cancioncillas pegadizas, no de niños muertos. Lo aplacé para las vacaciones de verano porque no tenía pinta de ser algo que se pudiera leer en el autobús, entre clase y clase, tomando un café... Tenía pinta de atraparte y esclavizarte. (A veces acierto con las primeras impresiones).<br />
<br />
¿Pero por qué? Y aquí vuelvo a esa profesora que se me sienta en las rodillas cuando leo. ¿Por qué una historia tan dura, tan jodidamente dura, me ha anulado durante tres días? Porque eso es lo que ha hecho. Mis tres primeros días de vacaciones y no he salido a tomar cañas, no me he levantado tarde, no he disfrutado de una sobremesa en familia... Solo he leído. <br />
<br />
Es fácil encontrar los motivos para esa esclavitud. Por encima de todo, trabaja sobre lo que para mí es el pilar de la narrativa, algo imprescindible que hace que una historia funcione o no: las decisiones. Pero las decisiones de verdad, las que le duelen al personaje, en las que se juega algo verdaderamente importante. El primer dilema que se le plantea (tu novio antiguo o tu novio nuevo) se hubiera resuelto en la mayoría de la novelas juveniles con una historia almibarada que nos hace sentir calorcito y que, muchas veces, nos lleva a desear ser ese personaje. (Elige al guapo, elige al que escribe pintadas en las paredes para ti, elige al que juega con tu hermana pequeña o al que te trae el desayuno a la cama). Con Ariadna no. Ni una sola vez, ni por un solo segundo, he deseado ser ella. Dios me libre. Y aun así, no podía dejar de leer. De hecho, en ese párrafo en el que le plantean a la protagonista que tiene que elegir he dicho en voz alta mi primer “qué bueno eres, cabrón”. <br />
<br />
He hablado mucho en voz alta leyendo este libro. “No, por favor, no, que no hayan muerto”; “que no elija a ese, que no lo elija”; “que todo haya sido un sueño, por favor”. Y aquí, en esta última, me he ido corriendo al espejo porque no me reconocía. No hay nada peor que un protagonista que despierta de un sueño. No hay engaño al lector menos perdonable, más ruin, y los que damos clase de escritura se lo tatuamos a los alumnos en el cerebro a base de repetirlo. Así que imaginad cómo estaba para desear que eso pasara. (No lo deseaba de verdad, solo un poquito).<br />
<br />
Y es que el otro punto de apoyo de la narrativa, y sobre todo de la juvenil, son (en mi modesta) las consecuencias de las decisiones. Lo que me hace creerme una trama o no, empatizar con un personaje o no, querer saber qué viene después (o no) es la forma en la que afrontan las consecuencias de sus decisiones y las consecuencias mismas. Segundo “qué cabrón”. <br />
<br />
Después han venido muchos: por la prosa maravillosamente construida, por el vocabulario milimétricamente preciso (no hay palabra más vacía que “cosa”, salvo que no la uses en toda la novela y cuando aparece sea para definir lo vacía que está la protagonista), por la visibilidad de las imágenes. Pero como ese primero, ninguno. <br />
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Me gusta creer que si el escritor se divierte el lector también lo hace y viceversa. Sobre todo, viceversa. Es decir, que si el lector se ríe es porque antes se ha reído el escritor y que no hay forma de hacerle llorar si tú no has llorado antes. Y precisamente por eso he pasado de los “qué cabrón” a los “pobrecito”, porque José Antonio Cotrina ha tenido que pasarlo mal, muy mal escribiendo este libro. De hecho creo que por eso hace guiños a sus libros preferidos, me lo imagino en su mesa de trabajo esbozando sonrisas imperceptibles cada vez que cuela un guiño: un poquito de <i>Harry Potte</i>r por aquí, con este niño que vive bajo la escalera, un poquito de <i>El coleccionista de relojes extraordinarios</i> por allá, con la subasta, Jeremías, Deveraux… En realidad, el de Laura Gallego debe de ser con mucho su libro superfavorito, por los homenajes que le hace. O tal vez la válvula de escape. <br />
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Y aun así, no es la estructura, no son las decisiones, no son las consecuencias. Es una mezcla de todas ellas. Y de esos guiños a otros libros (que seguro que hay más que yo no he visto), y de esa prosa y esas descripciones, de la ambientación que ahoga, quema, aplasta. Qué cabrón. <br />
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Leedlo. Leedlo un día de sol con niños riendo por todas partes y, a ser posible, chapoteando en el mar o en la piscina. Leedlo sabiendo que durante casi setecientas páginas odiaréis haberlo empezado. Leedlo sabiendo que os esclavizará. Porque lo disfrutaréis como se disfruta de la buena literatura, esa que te remueve y te deja hecho polvo, la que te obliga a pensar y, sobre todo, te hace sentir incómodo. Y la que te obliga, al día siguiente, a contarle a tus amigos y tus compañeros, a quien sea que se cruce contigo, que te has leído un libro que te ha dejado KO. Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-91947902627897952102015-07-13T01:56:00.002-07:002015-07-13T02:02:08.513-07:00Pánico (de Lauren Oliver), o el peligroso aplauso al gilipollasHacía mucho que un libro no me cabreaba tanto como <i>Pánico</i>, de Lauren Oliver. Resumo mucho, para poneros en situación: llegan las vacaciones y los chicos del último curso del instituto (17 o 18 años) de un pueblo neoyorquino se embarcan en un juego en el que tienen que superar una serie de pruebas peligrosas. Al final del juego (y del verano) el ganador se embolsa una cantidad brutal de dinero que durante todo el año han ido pagando religiosamente todos los alumnos del instituto a razón de un dolar diario. Esto sucede cada verano. Raro es el año en el que no muere alguien, pero un pacto de silencio que involucra a todos los chicos del pueblo hace que ni la policía ni los adultos le pongan freno a este juego. <br />
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No voy a decir nada de la verosimilitud, pese a que la policía resulta bastante tonta, todos los adultos muy relajados y los chicos, que no tienen ni para comer en algunos casos, unos potentados (que un dólar al día es una pasta a lo largo del año). Hoy no va de eso el artículo. <br />
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Como escritora, sueño con que mis hijos adolescentes me lean y se sientan orgullosos de lo que su madre ha escrito, pero como sé que esta imbecilidad a mi editora no le resultará suficiente, sueño también con que otros adolescentes me lean y quieran más, que se enamoren de mis personajes, que deseen vivir lo que ellos viven. Como madre, espero que mis hijos nunca empaticen con los personajes de Pánico y, por Dios, por Dios, que nunca quieran vivir algo parecido. <br />
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Sé que la sociedad ha evolucionado y que un poquito de peligro ya no es suficiente para mantener a los lectores pegados a las páginas de un libro. Cuando en el telediario hay muertes en directo a la hora de la comida y no se nos atraganta la sopa, la violencia ha dejado de ser un tabú o algo que tratar con sumo cuidado. <i>Los juegos del hambre</i> y todas las distopías (me he resistido durante mucho tiempo a usar esta palabra, pero siempre hay una primera vez) que han venido después nos muestran adolescentes que mueren y matan, sobre todo que matan, porque no les queda otro remedio. Porque una fuerza opresora los obliga, porque les ha tocado vivir en el “mata o muere”, porque las decisiones, ese pilar en el que se sustenta la literatura, están tejidas de tal forma que a los personajes no les queda otra que arremangarse y dejar de lado sus principios para sobrevivir. <br />
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Pero aquí no. Aquí los adolescentes mueren y matan, porque matan aunque solo sea por el silencio cómplice, para comprarse un coche, pagarse un aumento de pecho, vengarse o, simplemente, por aburrimiento. No hay buenos y malos, todos participan de esta locura de juego absurdo y tratan de hacernos creen que unos motivos son más nobles que otros, que prender fuego a una casa que tiene gente dentro no es tan malo si lo has hecho por amor. Ay, el amor. Qué fácil es perdonarlo todo por amor. Es verdad, lo decía al principio, que hacía mucho que no me cabreaba tanto leyendo un libro y la última vez que pasó los motivos fueron exactamente los mismos: una trama que pretende convencerme de que el amor (mal llamado amor) justifica cualquier cosa. Es la base del maltrato, ese “lo hago por tu bien” que lo mismo justifica un guantazo, partirle la cara al chico que te ha mirado con deseo, un novio que te mira el teléfono para saber con quién has quedado o un arriesgado paseo por una tablita, a quince metros de altura, bajo una lluvia torrencial. Me niego a aplaudir a la protagonista que se pone un revólver en la cabeza y aprieta el gatillo con la esperanza de que no salga la bala y, sobre todo, me niego a pensar que eso la hace valiente. No es valiente, es gilipollas. Y pienso en Holden Caulfield, el protagonista de <i>El guardián entre el centeno</i>, y sé que también es gilipollas, pero él se tiene que enfrentar a las consecuencias de lo que hace, de eso va el libro exactamente. Los protagonistas de <i>Pánico </i>no se enfrentan nunca a las consecuencias de sus decisiones. <br />
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No sé cuántos adolescentes (y no tan adolescentes) han puesto un candado en un puente después de que una novela mostrase ese gesto como máxima representación del amor, aunque por lo que sale en las noticias han debido de ser muchos. Pero tiemblo de pensar cuántos, no, cuántos no, tiemblo de pensar que a un solo adolescente se le pueda ocurrir que es divertido jugarse la vida para matar el aburrimiento porque, total, los adultos no se enteran, la policía tampoco y tu gran amor te lo perdonará si le explicas que lo has hecho por ella. <br />
Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-9171927964662103542015-06-10T09:22:00.001-07:002015-06-10T09:24:15.586-07:0047 trocitos y una bombilla rota<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5OfSDgCn5Vn6d5DAhqza4dlhFypV3sY7ar1kF720iqHFFq-2beGmFk2m1FllNjzKHFVKv7qEYwyhQf0A0u4LM4IWsQdvd9wFMYlgnBqX1lMgbqe7tKazvleusFc6dI_leffZrwk0IhAM/s1600/47+trocitos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5OfSDgCn5Vn6d5DAhqza4dlhFypV3sY7ar1kF720iqHFFq-2beGmFk2m1FllNjzKHFVKv7qEYwyhQf0A0u4LM4IWsQdvd9wFMYlgnBqX1lMgbqe7tKazvleusFc6dI_leffZrwk0IhAM/s320/47+trocitos.jpg" /></a></div><br />
Llevo unos días de bombillas rotas en la tripa. Sí, hombre, esos cristales diminutos, casi polvo, que se cuelan por todas partes cuando estalla una bombilla y que no cortan, ni pinchan, solo rascan. Incordian. Y como no hay sangre, ni siquiera puedes quejarte. Yo esos días lloro sin que nadie me vea. A veces sin lágrimas, solo lloro porque me apetece llorar, sin motivo. Y sé, porque ya voy teniendo años, que cuando tengo días de bombillas rotas, lo mejor es no leer nada que llegue directo a las tripas, porque la mezcla rasca, incordia y deja un poso que luego cuesta mucho limpiar. Y hoy, con el dichoso polvo de bombilla esparcido por todo el cuerpo, voy yo, lista, y me leo <i>47 trocitos</i>, de Cristina Sánchez Andrade. <br />
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Hay libros que te remueven (no he dicho <i>conmueven</i>, no, he escrito <i>remueven</i>) por motivos tan personales, que nadie más los comprende. A veces ni uno mismo. Me pasó con <i>Palabras envenenadas</i>, de Maite Carranza. Me lo regalo Ana y quise leerlo porque me interesaba el tema, porque había escuchado buenas críticas y porque era un regalo pensado para mí. Pero no hubo forma. Los diálogos entre la madre y la hija eran tan parecidos a los que tengo a diario con mi hija que se me saltaban las lágrimas y tuve que abandonar. <br />
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Cuando conocí a Cristina Sánchez Andrade hablamos de cursos, de alumnos, de libros y de café. Le dije que mi especialidad era la literatura infantil y ella no me contó que había escrito este libro, así que, cuando vi unos meses después una noticia sobre <i>47 trocitos</i> me sorprendí mucho. En el siguiente correo que cambiamos por cosas de trabajo le dije que tenía ganas de leerlo y ella, que es un amor, me lo hizo llegar a través de Edebé. <br />
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Reconozco que me daba un poco de <i>yuyu </i>leerlo, porque la historia de una niña con síndrome de Down podía ser pegajosilla, muy dramática o con una moraleja tan grande que no cupiese en las páginas. Pero no. No es la historia de Manuelita Quita y Pon, sino la de su hermana. O tal vez sea la de las dos, pero a mí la que me atrapa es la de Pussy, que tiene una hermana a la que todos hacen caso, a la que todos contemplan, y de la que se tiene, en cierta medida, que ocupar. Y es un pedazo de historia. Pero tampoco es eso lo que me ha dejado más pequeñita de lo que ya soy. <br />
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Vaya de antemano que a mí una buena metáfora me pone a los pies de un libro. Eso sí, aviso para todos los escritores famosos que están leyendo esto y que han decidido incluir una metáfora en su próximo libro para que me postre ante ellos, he dicho <i>buena metáfora</i>. Una mala o manida me enfada. Y soy muy rencorosa en esto de las metáforas, como la mafia, perdono pero no olvido. Pues bien, hay tantas y tan buenas metáforas en este libro que a ratitos estaba leyendo sin prestar atención a la trama, a las peripecias de los personajes, solo disfrutando de la palabra. En cierta manera, me ha recordado a <i>Mi madre cabe en un dedal</i>, aunque no tenga nada que ver, por la forma en que mezcla realismo y fantasía, sin puntos entre medias. Como me ha recordado a <i>La sonrisa etrusca</i>, mucho, por ese abuelo que tiene un sapo en la tripa, tan similar a la Rusca de la novela de Sampedro. Y a Poe, por los niños cuervo. Y es que en pocas páginas, cabe mucho literatura. Y si además está aderezada con las magníficas ilustraciones de Guridi, las ciento y pico paginitas, a doble espacio y con letra grande, se quedan muy cortas para albergar tanta magia. <br />
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Los cristalitos de bombilla reventada se clavan un poco cuando los niños cuervo se ríen de Manuelita Quita y Pon o cuando Pussy no la invita a ver su obra de teatro porque se avergüenza de ella, pero creo que son mis cristales, no los vuestros, no los de otros lectores. Leed sin miedo (a llorar). <br />
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Y me encantaría hacer una reseña al uso, con su resumen, sus puntos fuertes y los débiles, con esa voz de maestrilla que se me pone a veces cuando analizo un libro. Pero, sencillamente, no me apetece. Solo me apetece recomendarlo porque es un libro para leer despacio, para leer en voz alta, sobre todo algunos párrafos, para leer con un niño y comentarlo. Para tenerlo en la estantería y volverlo a leer cualquier otro día de lluvia porque llorar, a veces, aunque sea sin motivo, deja buen sabor de boca. <br />
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Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-82897922995569852252015-02-25T09:50:00.000-08:002015-02-25T09:50:52.440-08:00Los experimentos narrativos (Pomelo y Limón, de Begoña Oro)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0eEzQpCQsCAWJJ2KvPBjVS68aMQ5AU35PCVYUv-Pq64e-SzQrO5XC8PtW54DMvKQyTivhWMWob5chFn_oi7ikunma7bjMOiJ1INLLWnu2mMBrSNolZgCzYSacVZd-6oICepsCGbRAtv8/s1600/pomelo+y+limon.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0eEzQpCQsCAWJJ2KvPBjVS68aMQ5AU35PCVYUv-Pq64e-SzQrO5XC8PtW54DMvKQyTivhWMWob5chFn_oi7ikunma7bjMOiJ1INLLWnu2mMBrSNolZgCzYSacVZd-6oICepsCGbRAtv8/s320/pomelo+y+limon.jpg" /></a></div>Me gustan los experimentos. Será mi vena docente o algún trastorno producido por la ingesta masiva de chocolate desde que era pequeña, pero me lanzo de cabeza a los libros que arriesgan en algún sentido. A veces tengo la sensación de que hemos caído en la trampa de contentar al lector a base de ofrecerle lo que le gusta, lo que otros le han ofrecido antes con éxito. Que apostamos sobre seguro, vaya. Por eso aplaudo a los inconformistas y a los que quieren ir más allá. <br />
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El último experimento que he leído (y por Dios, quede claro que uso la palabra <i>experimento</i> con todo el respeto del mundo, con admiración incluso) es <i>Pomelo y Limón</i>, de Begoña Oro. No se trata de un libro nuevo, tiene ya cuatro años, pero nunca he dicho que la sección de novedades sea mi favorita. <br />
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La historia es sencilla: chico y chica se conocen, se gustan, se enamoran y sus familias no están muy convencidas de que esa relación sea una buena idea. <i>Romeo y Julieta</i>. El amor prohibido. Nada que no nos hayan contado antes. Tal vez por eso Begoña Oro ha decidido contárnoslo con cuatro narradores diferentes. Cuando hablo a mis alumnos sobre los experimentos narrativos siempre les aconsejo que si su innovación está en la forma, mantengan un contenido reconocible, que no presente demasiadas dificultades al lector (del mismo modo que si el experimento viene de la mano de lo que cuentan, es mejor que elijan una forma clásica de hacerlo). Sé que llegará el libro (o el alumno) que me convenza de lo contrario pero, de momento, creo que es un acierto utilizar una historia de amor clásica cuando lo que se busca es sorprender con la forma. Y digo clásica aunque estén presentes blogs, mensajes de texto, programas de televisión, revistas del corazón, un pendrive con el que se intercambian las cartas… Porque no deja de ser la historia de amor prohibido, la lucha por defender la relación, contra todo el que se oponga. Pero es una historia clásica en el siglo XXI hasta el punto de que la dirección del <a href="http://pinillismos.blogspot.com.es/">blog</a> en el que escribe la protagonista está activa y muestra precisamente eso, el blog en el que escribe María, con los comentarios que otros personajes han escrito en él y que también aparecen en el libro. Es decir, la historia sale de los límites del papel o del ebook y salta a las redes sociales, a las de verdad. Y así sí, entra de lleno en el siglo XXI. <br />
<br />
Pero voy al experimento. Begoña Oro utiliza cuatro narradores diferentes y no necesita ninguna marca tipográfica que indique al lector quién narra cada vez, porque las voces son diferentes, la extensión de las cartas (sí, los chicos se escriben cartas y se convierten así en narradores de su propia historia) es siempre corta en las de él y más larga y más poética en las de ella. El narrador general de la historia, además, habla con el lector, le explica lo que está haciendo y lo que podría hacer con la historia, casi como si le diera clases de escritura (tal vez esto también haya influido en mi rendición absoluta). Y se permite regañarle y hasta ponerse un poco chulo. Incluso oculta su identidad y se regodea en ello ante el lector. Se permite la seguridad en sí mismo que esperamos de un buen narrador:<br />
<br />
<blockquote>Dije antes que las historias acaban como pueden.<br />
No es así. Las historias acaban como su autor quiera que acaben. O al menos acaban donde su autor quiere, que casi viene a ser lo mismo.<br />
(…)<br />
Pero ¿quién soy yo y cómo quiero que acabe esta historia? No pienso revelarlo hasta que te pongas de mi parte.<br />
</blockquote><br />
He hablado de tres narradores: Jorge, María y el narrador general. Pero hay un cuarto que no se puede ignorar: los dibujos. Jorge escribe poco, es parco en palabras, pero dibuja. Le envía dibujos que, sin ser obras de arte sino lo que un chico de su edad podría trazar en una clase aburrida con un par de bolígrafos, hablan de lo que siente, de lo que ocurre a su alrededor, de la historia. Y no incluyo el blog entre los narradores porque entonces tendríamos también a la chica que hace comentarios desde el otro lado del mundo, a la propia María con una voz muy diferente a la de las cartas… <br />
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Y aunque juegue con los narradores y la historia sea clásica, no se descuida ni un segundo la verosimilitud. La protagonista, por ejemplo, no puede usar el teléfono ni internet y por eso tiene que recurrir a cartas escondidas, a una amiga que hace de intermediaria, a los dibujos... Pero el motivo por el que no pueden usarlo es tan creíble, tan racional, que ningún lector lo pone en duda. Apela, además, al deseo más íntimo de los lectores: la empatía. Dice Yaiza, la lectora del blog de la protagonista:<br />
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<blockquote>¿Cómo puede ser que una desconocida, en algún lugar, esté escribiendo mi historia con las mismas palabras con que yo lo haría?</blockquote><br />
Y me pregunto cuántos lectores han pensado esto mismo al leer una historia, sobre todo una historia de amor. <br />
<br />
Un experimento, en definitiva (que cuando me gusta algo no sé parar y me estoy alargando demasiado), muy cuidado, muy respetuoso con el lector y muy acertado. <br />
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Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-46225074057146627542014-11-26T08:54:00.000-08:002014-11-26T09:15:39.205-08:00Una tarta de manzana llena de esperanza<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpNfAjOIpkZvnh5cnFNmyRdin0HU04abh_V3ssh0bwAha1hfvqxhIpmixcF1vzeAcc6u6C_6qqdKywcmLfM9w05YN4YjLsWYaASizBDAodsR55rUt8w8-fYmPmp-w4Ybmp1K_nG13921s/s1600/libros-portada-una-tarta-de-manzana-llena-de-esp.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpNfAjOIpkZvnh5cnFNmyRdin0HU04abh_V3ssh0bwAha1hfvqxhIpmixcF1vzeAcc6u6C_6qqdKywcmLfM9w05YN4YjLsWYaASizBDAodsR55rUt8w8-fYmPmp-w4Ybmp1K_nG13921s/s320/libros-portada-una-tarta-de-manzana-llena-de-esp.jpg" /></a></div>¿Se puede odiar a un personaje de novela? Definitivamente, sí. Paloma Nosequemás, te odio. Odio tu pelo rubio sedoso, tu sonrisa blanca, tus piernas increíblemente perfectas. Y si pensáis que no es bueno odiar así, mejor no leáis <i>Una tarta de manzana llena de esperanza</i>, de Sarah Moore Fitzgerald. Porque Paloma aparece por primera vez en la oración colectiva por su amigo, su mejor amigo según dice el profesor que la presenta, que acaba de suicidarse. Pero Meg, que es quien lo cuenta, cree que ella debería ocupar ese sitio. La segunda vez que la vemos, Paloma vive en la casa de Meg, que se ha ido temporalmente a Nueva Zelanda y ha regresado a toda prisa cuando se ha enterado de la noticia. Una metáfora tan clara que es imposible no verla. <br />
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Oscar es un chico estupendo, capaz de hacer felices a quienes lo rodean cocinando para ellos unas tartas de manzana que albergan la magia de todo lo que se hace con amor y con el deseo de agradar. Pero un día decide acabar con todo, se sube a su bicicleta, pedalea con todas su fuerzas y se lanza al mar. Solo su hermano, Steve, y su mejor amiga, Meg, creen que Oscar sigue vivo y mientras ellos lo crean, lo estará, porque la esperanza (y siento el tópico) es lo último a lo que debemos aferrarnos. Oscar está vivo aunque solo ellos dos lo crean, porque:<br />
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<blockquote>"Si queréis saber mi opinión, os diré que conformarse y aceptar la desaparición de una persona es algo muy parecido a un delito. Un insulto a su memoria." </blockquote><br />
Una historia dulce, tensa e intensa. Sobre todo muy intensa. Y muy bien escrita. Narrada alternativamente por Oscar y Meg, que se van consolidando como narradores a medida que avanza la novela. Reconozco que en las primeras páginas he estado a punto de abandonar la lectura porque no me convencía la voz de Meg. Pero poco a poco el narrador va cogiendo fuerza y confianza, tanto cuando se trata del chico como cuando es ella la que se pone al frente de la narración. Las primeras frases parecían estar unidas a la fuerza, medidas con regla para que encajasen en algún esquema previamente fijado, como si a su autora le hubiese costado trabajo dejar la mano correr. Pero un par de capítulos después las comparaciones se suceden, se amontonan y se empujan. Y esto, que podría provocar una sensación caótica, convierte el texto en una sucesión de imágenes sensoriales (visuales, olfativas, gustativas, táctiles), como si al fin Sarah Morre Fitzgerald hubiese encontrado la confianza para dejarse llevar. Desparecen las líneas, las palabras, la longitud de las frases y solo queda la historia. Pero qué historia. <br />
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La contraportada decía que, en la búsqueda de Oscar, tanto Meg como Steve y el propio Oscar aprenden una valiosa lección. Y yo no soy nada amiga de los libros que enseñan lecciones, así que os aviso, por si os pasa como a mí, que no es cierto, que no terminaréis la lectura con la sensación de que nadie ha aprendido nada sino de que, por un ratito, un niño de catorce años y su extraña manía de cocinar tartas para los demás os han hecho un poquito más felices. Leedla. Ya me daréis las gracias después. <br />
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-47455771923050776462014-08-14T01:41:00.002-07:002014-08-14T01:41:58.545-07:00Mi madre cabe en un dedal<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2qU2pV_Korsl3__gOnwcyW3G8YyEh0FDjImD5saqFHkdZObwIetp7QAw72Jx0NSrcQBwZ9HFilLUeMMIS6gSRZXclItdJWjIr2DvgGNp_pxwDJsrESje4zt4OO9brYeqIx85XxjaVI6o/s1600/mi-madre-cabe-en-un-dedal.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2qU2pV_Korsl3__gOnwcyW3G8YyEh0FDjImD5saqFHkdZObwIetp7QAw72Jx0NSrcQBwZ9HFilLUeMMIS6gSRZXclItdJWjIr2DvgGNp_pxwDJsrESje4zt4OO9brYeqIx85XxjaVI6o/s320/mi-madre-cabe-en-un-dedal.jpg" /></a></div>Las metáforas son como esas chapas que se llevaban tanto cuando yo era pequeña. Te cuelgas una y queda muy bien, pones otras dos y el conjunto es llamativo, único. La cuarta ya empieza a recargar y con la sexta hasta suena cuando vas andando. Y sigues y sigues, porque todas te gustan y no quieres renunciar a ninguna, así que llega un momento en que a ti no se te ve, solo hay chapas y encima pesan tanto que no puedes ni andar. Pero siempre había alguien en el instituto capaz de colgarse todas las chapas del mundo y aun así estar estupendo. Sería la forma de combinarlas, los huecos entre ellas o la sonrisa de quien la llevaba, vete a saber. <i>Mi madre cabe en un dedal</i>, de Victoria Pérez Escrivá es ese chico guapo al que las chapas le sientan bien, aunque lleve un millón. <br />
<br />
La madre de Claudia es tan pequeña que cabe en un dedal. Pero además es una artista que crea cosas, personas y todo lo que le apetece crear. Crea un papá nuevo y cuando se da cuenta del problema que supone tener a los dos papás iguales en casa, lo borra y ya está. Claudia cuenta en cien páginas anécdotas aparentemente inconexas, aparentemente graciosas, sobre la vida con su madre. Pero cada anécdota, cada línea de cada anécdota, es una metáfora. Hay pocos autores que sepan (o quieran) inventar metáforas que el lector tiene que hacer suyas y yo me declaro rendida admiradora de quien lo consigue. Un día mamá llega a casa con un elefante y dice que se va a quedar, que no hay más remedio. El elefante ocupa mucho, come mucho, agota a mamá. El médico no sabe qué hacer así que papá y mamá cargan contra él, se enfadan, le gritan. Y allí sigue el elefante, sin preocuparse de nada ni de nadie, pero sin separarse de mamá. Claudia lo cuenta mucho mejor y con más gracia, por supuesto, yo solo he hecho un resumen, pero supongo que cada lector le pondrá una cara o una forma a ese elefante. Y a ese médico. Y a ese padre asustado que grita. Y hasta al cúmulo de títulos de doctor de los pies, de las manos, de las orejas… que despliega el médico para demostrar que no es culpa suya, que él es médico. <br />
<br />
Me gusta mucho, además, cómo va preparando el final del libro, cómo antes de aparecer ese elefante ha aparecido otro, en otro lugar, en otro contexto, apuntando hacia un significado totalmente diferente. Y hay otro médico también. Y antes de ver el agujerito en la cabeza de Claudia con el que termina la historia (maravilloso final que no voy a contaros), hemos visto otro parecido en la cabeza de su madre, aunque lo que se ve al mirar en uno y otro es diferente. Todas las anécdotas que ha contado están trabajando para ese final, para que comprendamos lo que Claudia siente por mamá, lo que mamá supone para el mundo desde los ojos de la niña. Una mamá que tiene un cubo de basura lleno de tristezas, porque cuando ve una la echa allí, pero que luego las reparte, porque hay gente que las necesita: un poeta que quiere escribir triste, un señor que no conoce la tristeza y se siente el hombre más feliz cuando al fin consigue una...<br />
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Es un libro perfecto para niños pequeños, para medianos, para adolescentes, para adultos. Cada uno hará una lectura, releerá los capítulos que más le hayan impactado. Pero es un libro que recomiendo aún más para escritores y aprendices. Señores, no abusen de las metáforas salvo que vayan a abusar así. <br />
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-23908406364790040602014-07-29T09:14:00.000-07:002014-07-31T01:45:33.575-07:00La buena literatura arriesgada (y el orgullo de ser profe)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6vUAH0A9RoCAzMgR3BhuOL2Mh4HSMlNIvj4u2Xr1vrVPhRwpPETMzwzNQ3zxofKskrpmd6H3eFjcWeLjWDqBNE_f7LvJNGcG-nbvMlaX82jVhrWUFdG3UgpFBnM0A-I9nsJgU5hHoq_M/s1600/La-luna-no-est%C3%A1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6vUAH0A9RoCAzMgR3BhuOL2Mh4HSMlNIvj4u2Xr1vrVPhRwpPETMzwzNQ3zxofKskrpmd6H3eFjcWeLjWDqBNE_f7LvJNGcG-nbvMlaX82jVhrWUFdG3UgpFBnM0A-I9nsJgU5hHoq_M/s320/La-luna-no-est%C3%A1.jpg" /></a></div>En casi todos mis talleres se cuela alguna mención a la literatura arriesgada, a esos textos que incomodan, molestan, hacen pensar, que no se conforman. En los cursos de iniciación suelo pedir a mis alumnos que no arriesguen demasiado, que trabajen lo que sabemos que funciona. «Bodegones», digo siempre. Porque antes de hacer el Guernica hay que pintar muchos bodegones. Y lo digo convencida, pero con miedo, porque no quiero que nadie deje de meterse en un jardín porque yo le haya dicho que se camina mejor por el sendero. Es solo que hay un tiempo para cada cosa y arriesgar sin saber por qué, sin un fin, suele llevar al desastre. Arriesgar solo para ser el más original, el más atrevido, no es, en mi opinión, un buen punto de partida. Cuando los bodegones ya nos salen bien es el momento de <i>guerniquear</i>. Aplaudo los riesgos, a los escritores que no se conforman con escribir lo que queremos leer, los que no van a lo seguro. <br />
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Unas veces es por la temática, por un determinado personaje, por su postura ante la vida, por denunciar un abuso o plantar cara a un tópico. Otras, es la forma la que rompe los esquemas. Un narrador en segunda persona como el de <i>Tú</i>, de Charles Benoit; una novela escrita con un programa de mensajería instantánea, como <i>Pulsaciones</i>, de Javier Ruescas y Francesc Miralles; un narrador de ocho años que sufre Asperger, como el de <i>El curioso incidente del perro a medianoche</i>, de Mark Haddon. <br />
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La semana pasada cayó en mis manos <i>La luna no está</i>, de Nathan Filer. Leí la sinopsis de la contraportada y me atrajo la historia: un chico de nueve años presencia la muerte de su hermano mayor, enfermo de Síndrome de Down, y diez años después decide contar(nos)lo (no era exactamente esto lo que decía, pero más o menos). Desde la primera línea me encontré con un narrador caótico, que saltaba en el tiempo como una pulga en un lomo mullido. Leí esta frase:<br />
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<blockquote>Te contaré lo que pasó, porque será un buen modo de presentar a mi hermano. Se llama Simon. Creo que te caerá bien. A mí me cae muy bien. Pero en pocas páginas habrá muerto. Y después nada volverá a ser igual.</blockquote><br />
Y sonreí. La frase atrae, dan ganas de seguir leyendo, es directa como un puñetazo en el estómago (no me dejéis hacer más comparaciones). Pero sobre todo, es pura técnica. Es una de esas frases que los que nos dedicamos a enseñar sabemos que funcionan y de las que (también sabemos) a veces se abusa precisamente porque se toman como garantía de éxito. A esas alturas de la novela no sabía aún si me enfrentaba a un escritor con mucha teoría a las espaldas o con mucho manejo de la narrativa, así que seguí leyendo. <br />
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Unas pocas páginas más y dejaron de importarme la técnica, los recursos más o menos manidos, los giros originales… Porque me di cuenta de que estaba ante un narrador esquizofrénico y, aunque no tengo ni idea de cómo piensan los esquizofrénicos, me lo creí a pie juntillas. Hace falta mucho valor para ponerse a contar desde la voz de un esquizofrénico, la verdad. Y muchas ganas, sobre todo, ganas. Un chico listo, extremadamente listo, pero que a veces se comporta como un verdadero idiota. Un narrador que me habla, que se permite el lujo de mentirme (que es lo peor que puede hacer un narrador) y encima, muchas páginas después, me explica que me ha mentido porque, como cualquier sabe, no le vas a decir la verdad a alguien que no conoces de nada (es decir, a mí). Un narrador, y aquí tuve que parar de leer para aplaudir bajito sin que los demás viajeros del autobús me tomaran por loca, que me cuenta lo que pasa por la cabeza de su madre cuando él ni siquiera está presente y, cuando estoy a punto de chillar que eso es trampa, que un personaje no puede saber lo que piensa otro mientras conduce a kilómetros de distancia, me dice que, claro está, se lo supone porque él no puede saberlo. Un narrador, en definitiva, que está jugando conmigo y llevándome de un lugar a otro, de un momento de la historia a otro, de un estado de locura a uno de clarividencia, con tanta naturalidad que no me doy ni cuenta. <br />
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Y todo esto no resta fuerza a la historia. Quiero saber qué pasó aquella noche, quiero saber por qué no es capaz de superarlo, con lo listo que parece, quiero saber si su madre está tan loca como él dice y si la abuela seguirá apoyándolo siempre. Y me gusta el mensaje de crecimiento personal, a su ritmo, del protagonista. <br />
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Llego a las últimas páginas con pena. Con esa pena que da que un libro bueno se acabe. Y leo los agradecimientos: <br />
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<blockquote>Terminé el primer borrador de esta novela en el Máster de Escritura Creativa de la Universidad de Bath.</blockquote><br />
Y siento una especie de orgullo idiota, (idiota porque ni yo ni ninguno de mis compañeros hemos tenido nada que ver en esta novela ni en la formación de Nathan Filer). Pero en algún lugar, posiblemente cerca de Bath (que por si no lo sabíais, como yo, está en Inglaterra) un profesor o un claustro entero deben de sentirse muy orgullosos de haber creído en esta historia y haber alentado a su autor a terminarla. Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-42691120992688759312014-07-24T05:01:00.002-07:002014-07-24T09:08:01.743-07:00No pidas sardina fuera de temporada<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdwLRkD-_W-PDUEvve5rSrCC3R7REIuWIMQtPBJSdjRc9vXc6HJi6kYlsWFpDIjVhvYFC9TsndhtxglHlIixZQjiWFuEqwroeF2YGlOLxrokq2G-MgSn_NPmlaHEhFVtimtIVJc6DmKts/s1600/sardinas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdwLRkD-_W-PDUEvve5rSrCC3R7REIuWIMQtPBJSdjRc9vXc6HJi6kYlsWFpDIjVhvYFC9TsndhtxglHlIixZQjiWFuEqwroeF2YGlOLxrokq2G-MgSn_NPmlaHEhFVtimtIVJc6DmKts/s320/sardinas.jpg" /></a></div>Leo lo que me cae en las manos, lo que me recomiendan, lo que me despierta la curiosidad… Y si eso implica leer un libro escrito hace veinte años, bienvenidas sean las recomendaciones. Lo malo de un libro de los noventa, ambientando en Barcelona y de género realista es que habla de pesetas, usa expresiones que yo usaba en mi adolescencia, pero que a los chicos de ahora les suenan a chino, y muestra a un chaval de catorce o quince años pidiendo una cerveza en un bar sin que nadie se lleve las manos a la cabeza. Y choca que los protagonistas cursen 8º de EGB en vez de segundo de la ESO. Cuando hablo de estos con mis alumnos les recomiendo que busquen las formas para decir que estudian en el instituto, sin especificar el curso, que son de los mayores o de los pequeños del colegio y otras fórmulas que no anclen tanto el texto a un momento determinado para evitar esa sensación de algo obsoleto, pasado de moda. Y pese a ese olorcillo a desván que provoca el paso de los años, merece la pena leer <i>No pidas sardina fuera de temporada</i>, de Jaume Ribera y Andreu Martín. Ahora, en 2014.<br />
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Flanagan es un chico imperfecto. Adorablemente imperfecto. Intenta ser un detective estupendo y, aunque lo es, también resulta patoso, inocente, bobo a veces… Como cualquier chico de quince años. Superman está bien para las historias de héroes de otros planetas pero lo cierto es que enfrentarse a los malos no es fácil si no puedes volar, que te persiga una banda de delincuentes es peligroso y te da miedo y que una chica te mire y pestañee puede romperte en pedacitos tan pequeños que ni el mejor detective sea capaz de recomponerte. Me gusta además porque pretende ganar dinero vendiendo un informe sobre la chica más guapa del colegio a todo aquel que quiera ligar con ella. No es el detective altruista que ayuda a todos porque le sale de dentro sino el chico que se busca la vida con lo que tiene: su inteligencia y su personalidad. En definitiva, me gusta porque es políticamente incorrecto, imperfecto y, por tanto, creíble. Pero a la vez tiene unos valores, sus valores, que aplaudo. Lo cómodo es quedarse al margen cuando se trata de posicionamiento moral o incluso buscar el aplauso fácil diciéndole al lector lo que quiere oír. Andreu Martín y Jaume Ribera no lo hacen. <br />
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La historia está bien planteada, mantiene la tensión en todo momento y me la creo. Pero no es por eso por lo que me declaro fan incondicional de la novela. Son los detalles, la forma de mostrar sin contar, la valentía de un chico que dice que las chicas no le interesan, que pudiendo jugar a las chapas, qué sentido tiene quedarse hablando con Clara. Ese mismo chico que queriendo destapar un misterio pequeño, una historia de instituto, se ve rodeado de delincuentes de los que matan de verdad, dan palizas, secuestran. Y no crece de golpe, no se convierte en el detective de serie B que cabría esperar, qué va. Sigue siendo un niño al que todo lo que pasa le queda grande, que llora de impotencia y de miedo, pero que tiene que reaccionar si quiere salir vivo del jardín en el que se ha metido. <br />
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Merece la pena darle una oportunidad. Solo una, porque tres o cuatro páginas después de empezar ya no te planteas si es de este siglo o del pasado, si te lo crees o no, si se parece a alguien o deja de hacerlo. Solo quieres saber qué viene después. Y que no se acabe demasiado pronto. <br />
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-61652850808108138162014-06-06T08:17:00.000-07:002014-06-06T08:17:18.416-07:00Mudanzas, de Javier Sagarna<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjr-o0zbCr2cuqGZkSb3KGrPpxoxHCX94ZzKg3OKgrFJFGdUBtuh167EJWyZ_bHsw5_zwCPhEVZDznW_c3O0xtMYuGPzabT4gNVz8po9Px3j906jVtgJyHcu0bbQbQhKGACw3HlowRG53w/s1600/mudanzas.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjr-o0zbCr2cuqGZkSb3KGrPpxoxHCX94ZzKg3OKgrFJFGdUBtuh167EJWyZ_bHsw5_zwCPhEVZDznW_c3O0xtMYuGPzabT4gNVz8po9Px3j906jVtgJyHcu0bbQbQhKGACw3HlowRG53w/s320/mudanzas.jpg" /></a></div>Hace tiempo que intento entender la diferencia entre unos cuantos términos (todos en inglés, con lo bien que quedarían en español) que se utilizan para designar los libros que cabalgan entre la literatura juvenil y la general (que eso de “literatura para adultos” siempre me ha sonado a porno o a algo prohibido). Y<i>oung Adult</i>, <i>New Adult</i>, <i>Crossover</i>… En general, y para no meterme a analizar detalles o a etiquetar géneros, se trata de libros que atrapan por igual a público juvenil y público adulto. Para mí sí hay dos categorías, aunque no quiero darles nombre: los libros que se escriben pensando en un público juvenil, adolescentes de unos 14 años, a los que, por responsabilidad de autor, no se les ofrecen escenas de sexo ni situaciones en las que un adolescente como ellos actúa de manera más que cuestionable y no sufre consecuencias, y los que se escriben pensando en lectores más próximos a la edad adulta, que no tienen por qué ver en los personajes modelos a los que imitar. Esos libros, en definitiva, que no daríamos a leer a nuestros hijos de menos de 18. Esta semana he releído uno de esos libros. Tengo que aclarar que se lo recomendé a mi hija cuando tenía 15 años, pero tampoco he dicho que sea la mejor madre del mundo. Se trata de <i>Mudanzas</i>, de Javier Sagarna. <br />
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Me gusta la voz. Está narrado en primera persona y me creo al narrador, cosa que no me pasa muy a menudo con los libros de juvenil. No me convence cuando un narrador que tiene diecisiete o dieciocho años habla como un catedrático de universidad con canas, pero tampoco me gustan los narradores tópicos que se disfrazan de adolescentes para que su lector empatice con ellos. Soy una lectora exigente, lo sé, pero hay que quererme como soy. Ari, el narrador de Mudanzas, es un politoxicómano, aunque él se niegue a verlo, que no intenta convencerme de que lo que hace está bien o de que la vida lo ha tratado tan mal que no le ha quedado otra salida. No. Simplemente me cuenta su historia sin preocuparse demasiado por lo que yo piense de él. En ese sentido, me recuerda al de <i>Tú</i>, de Charles Benoit o a algunos de los narradores de <i>Trainspotting</i>, de Irvine Wells. Pero a diferencia de otras novelas de temática parecida, en <i>Mudanzas </i>no hay reflexiones, no hay digresiones, todo ocurre en escenas, una detrás de otra, sin una sola transición. Como si el propio Ari se hubiese dedicado a tomar fotografías, aparentemente al azar, durante un año y ahora me las pusiera todas delante. <br />
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Cuando se publicó <i>Mudanzas</i>, twitter no estaba de moda, los lectores no buscaban frases de menos de 140 caracteres que poder lanzar al mundo. Y aun así, la novela comienza diciendo:<br />
<blockquote>Supongo que si uno no muere, sobrevive a casi todo. </blockquote><br />
Cuando he terminado de leer la novela he vuelto a esa frase porque ahí está resumida toda la historia de Ari. Durante un año no muere, por más que lo intenta, así que sobrevive, tan sencillo como eso. Y me gusta que me lo diga en la primera línea porque es un gesto de respeto hacia los lectores: <i>Ey, lector</i>, parece decirme, <i>no voy a engañarte, no sufras ni en las escenas de más tensión: sigo vivo</i>. Y me quedo tranquila, sí, porque a pesar de cómo es, de lo que hace, de lo que dice, Ari me gusta y quiero que al menos una vez en su vida tome la decisión correcta y las cosas le salgan bien. Le he dado vueltas a por qué me cae bien y la clave está en las primeras páginas. Habla fatal a su madre, tiene una bronca con su padre… pero antes de todo eso lo he visto hecho polvo porque su chica lo ha dejado. No justifico lo que hace, sigo pensando que es un macarra descerebrado, pero jo, su chica lo ha dejado. <br />
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También en esas primeras páginas conozco a todos los personajes que tendrán un papel, por pequeño que sea, en la novela. A unos los veo en detalle y a otros de pasada, pero todo el elenco ha salido a saludar antes de empezar la función. Pura técnica. Porque en esta novela hay mucha técnica narrativa, pero de la que no se ve. Hilvanes de los que desaparecen cuando nos vestimos con esta historia, pero que la sujetan sin fisuras. <br />
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Decía que las fotografías parecen estar tomadas al azar, pero sé que no es así. Sé que elige en qué momento hablarme de un pobre perro al que todos saludan y que va a terminar en una piscina de formol o cuándo mostrarme a un tipo trajeado, con mucho mejor aspecto que él, abandonando un hámster a escondidas, liberándolo para que muera, pero lejos de su vista. Porque los adultos, hasta los más respetables, a veces hacemos eso: desentendernos del dolor a base de alejarlo, taparnos los ojos para no verlo. Y Ari se queda mirando y maldiciendo a hombre del traje porque él tiene principios, los suyos, pero los tiene, los respeta y los defiende. Cada imagen está elegida, por eso cuando todos quieren que la vida sea de color de rosa y volver a la normalidad, se van a una estación de esquí donde el paisaje debería ser blanco y de postal, pero encuentran una montaña pelada y charcos sucios; por eso, cuando la vida le sonríe un poquito, solo un poquito, termina el invierno y comienza la primavera. Y por eso, cuando Ari va al cine a ver una película de Steven Seagal o de Van Damm, ni siquiera él lo recuerda, y el bueno se salva en el último minuto y se lleva a la chica y todo es perfecto, él se queda con la imagen de uno de los malos a los que un caimán le ha arrancado el brazo. Aparentemente al azar, sí. Pero cada imagen está donde tiene que estar y lanza un mensaje directo al subconsciente.<br />
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No quiero buscarle género o lectores. Solo pienso que al leerla con cuarenta y cinco años comprendemos a Ari y tememos por él, queremos que la vida le sonría un poquito o que espabile de una vez. Pero el lector de quince, de veinte años, tal vez se comprenda un poco mejor a sí mismo y piense. Solo eso. Que no es poco. <br />
Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4895871969216181604.post-64590660099351761212014-05-13T01:57:00.000-07:002014-05-15T06:01:30.936-07:00No y yo, de Delphine de Vigan<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAAd0eSr_HHkJfp6rGu8K3zBeFV88hUmZQIo3zhCdBlMumzRrTSZaHL46bwRwKnGp0C6b3AMQQPfIejnC7gbYW5tIJjE5tfNXqxS3Mq8sZO2AV8eBtZ9pSnqSKWMY8AXN8QpYHApNYWPA/s1600/No+y+yo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAAd0eSr_HHkJfp6rGu8K3zBeFV88hUmZQIo3zhCdBlMumzRrTSZaHL46bwRwKnGp0C6b3AMQQPfIejnC7gbYW5tIJjE5tfNXqxS3Mq8sZO2AV8eBtZ9pSnqSKWMY8AXN8QpYHApNYWPA/s320/No+y+yo.jpg" /></a></div>Concha, una alumna con la que he coincidido varias veces en los últimos años, me preguntó la semana pasada si había leído N<i>o y yo</i>. Ni siquiera había oído hablar de ese título ni de su autora, Delphine de Vigan (<i>mea culpa</i>). No me dijo de qué trataba ni qué opinaba sobre el libro, solo que le gustaría que lo leyese para hablar sobre él después. Y ahora que lo he leído, no sé exactamente qué voy a decirle. Que me ha impactado. Que me atrapó en la primera línea y no lo he soltado hasta llegar al final. Que me encantan las voces de narradores niños diferentes. <br />
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Lou es una chica de trece años, superdotada, que estudia con chicos dos años mayores que ella y vive con un padre estupendo y cargado de amor y paciencia y una madre que decidió desconectar del mundo el día que murió su bebé. Como si ser el cerebrito de la clase no fuese suficiente, Lou ha tenido que enfrentarse a la muerte de su hermana recién nacida y a una madre que está pero no está, que ocupa espacio, pero es mucho mayor el hueco que deja libre. <br />
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No consigue relacionarse con sus compañeros y no es porque la rechacen sino porque ella misma se siente incapaz de hablar, bailar o actuar como cualquier adolescente. Es que no es una adolescente, claro, es una niña. Muy lista, con una forma especial de ver el mundo, pero una niña. Su capacidad intelectual hace que analice todo desde un ángulo diferente. Colecciona cajas de productos congelados para comparar sus ingredientes, compara los avatares de la vida con la gramática, que está pensada precisamente para comprender el mundo que nos rodea. Y siente pánico cuando tiene que hablar en público. Por eso, la exposición oral que le encarga su profesor le parece un reto inalcanzable. <br />
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Decide hacer el trabajo sobre los sin techo y para ello se acerca a una chica de dieciocho años que vive en la calle. La estudia como hace con los congelados o con la gramática, pero las personas somos menos predecibles que una caja de comida o una sucesión de palabras. <br />
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A menudo, cuando veo una película o leo un libro, siento que me va a doler, que no me va a gustar lo que suceda. Que el chico no besará a la chica, papá no volverá con mamá, la policía no localizará al malo a tiempo de evitar una catástrofe. Así que, cuando Lou me cuenta que presintió el desastre como una bola que pinchaba en el centro de su estómago, sé perfectamente a qué se refiere. Lou consigue, antes de la mitad del libro, un estado de felicidad plena y eso me hace seguir leyendo con miedo porque sé que un bueno autor, y Delphine de Vigan es una buena autora, no llenaría cien páginas de imágenes felices sin un fin. Y aún así sigo leyendo, porque no sé cuán doloroso será y porque albergo la esperanza de haberme equivocado. Tensión. Eso les digo a mis alumnos, la clave para atrapar al lector radica en la tensión y las expectativas. No voy a contar qué he sentido al llegar a la última página, eso dejo que lo experimente cada lector, pero sí que esa bola con pinchos en el estómago no ha desaparecido hasta que he leído la última línea. No le sobra ni una palabra, la narradora no ha caído en la tentación de alargar el final para darme explicaciones innecesarias. Gracias, pequeña Lou. <br />
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En dos días veré a Concha de nuevo y hablaré con ella del libro. Sé que me preguntará si es literatura juvenil y aún no sé qué voy a contestarle. ¿La historia atraparía a un lector de catorce años? Sin duda. ¿Es creíble para un lector de catorce años? Sin duda. ¿Hay algo en el discurso de la narradora que un lector juvenil no entienda? Absolutamente no. ¿Por qué, entonces, lo dudo? Porque duele, porque esa bola de pinchos deja pequeñas cicatrices, porque tengo la mala costumbre, supongo que mi parte de madre asoma en esto, de procurar que los chavales no sufran innecesariamente. Es curioso, pero estos días he leído también <i>Entre tonos de gris</i>, de la que escribiré cuando me reponga, y me he hecho la misma pregunta. <br />
Y ahora, leyendo todo lo que he escrito, digo que sí. Que es bueno que lo lean. Que está bien la literatura de entretenimiento, de historias maravillosas y plagadas de fantasía y amor, pero también es bueno saber que el mundo es un polígono de caras infinitas y no todas son del mismo color. Y que el libro compensa con creces esos arañazos que nos hace por dentro. <br />
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Gracias, Concha, por invitarme a leerlo. <br />
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